Pancarta en la Plaza de la Constitución de Málaga el 20 de mayo de 2011
Unas horas antes de que diera comienzo la jornada de reflexión que precedía a la jornada electoral del 22 de mayo, unos cuantos miles de personas, en un espectro de edades y apariencias de lo más variopinto que pueda imaginarse, acudimos al centro de Málaga para apoyar la acampada que se había establecido unos días antes en la Plaza de la Constitución como parte del movimiento "15M", "Democracia Real Ya", y otras siglas y descripciones aún por definir para nombrar e identificar un movimiento popular que ha desbordado en estos días muchas convenciones y ataduras, también las de las palabras. Un movimiento con mucho corazón que tiene su centro en el kilómetro 0 del mapa de España, en la Puerta del Sol de Madrid, pero que en realidad no tiene capital ni sede. Por eso se expresa por todas partes. Por eso tiene un excelente espacio de maduración y crecimiento en la red. Habíamos hablado de ello todos estos días a través de twitter, facebook, blogs, y otros medios de comunicación que, siendo un gran negocio para sus emprendedores, se están escapando de los habituales filtros y controles interesados de los estamentos oficiales, institucionales y empresariales. Fuimos tomando la decisión de acudir de uno en uno y colectivamente al mismo tiempo, que así funciona la interacción de las personas en el universo omnidireccional de Internet. El último impulso, en mi caso, provenía de la indignación que me había provocado la declaración de ilegalidad con que la Junta Electoral Central había intentado despachar el asunto de las concentraciones pacíficas y sanamente reivindicativas que estaban en las calles y plazas de nuestras ciudades. Y escribo nuestras con toda claridad e intención porque son de todos, no de las autoridades. Ante la remota posibilidad de que alguien quisiera cometer la locura de intentar echar por la fuerza a alguien de su propia casa, allí fuimos a compartir, a dejar sentir cuerpo a cuerpo que somos pueblo. No estamos dispuestos a seguir consintiendo que nos despojen permanentemente de lo que es nuestro, que jueguen con nuestros derechos, con nuestras libertades, con nuestros muy diversos medios y maneras de buscarnos la vida, de intentar ser felices. La justicia es un valor moral que está mucho más allá de las interpretaciones que algunos puedan hacer de las leyes escritas, no siempre inspiradas en la búsqueda y defensa del bien común, como tristemente, y con indignación, estamos constatando. Y allí estábamos, varios miles sólo en el centro de Málaga, coreando el ya clásico "luego diréis que somos cinco o seis". En esa segunda persona del plural aclaramos un 'vosotros' frente al que estamos 'nosotros'. Ese 'vosotros' son 'ellos', los poderosos de la especulación política y financiera, con su monstruoso egoísmo, con su gigantesca ceguera, el veneno de la sociedad, el grave cáncer que padece este mundo enfermo. Hasta hace poco eran también los dueños de los únicos medios de comunicación, aunque fueran costeados con nuestros impuestos, con nuestro trabajo, como es el caso de las televisiones públicas. Una muestra de esta vergüenza:
El director adjunto de Informativos de Telemadrid, José Antonio Ovies, diciendo barbaridades a sueldo de los madrileños. De los que votan a Esperanza Aguirre y de los que no...
Ah, pero... "Oh Fuck, Internet is here"...
Así se expresa con ironía una pancarta muy interesante que mostraba una chica en la concentración. Parece resumir la preocupación de nuestros gobernantes políticos y financieros ante lo que podría significar, y ojalá que así sea, el final de su monopolio informativo. Y, por lo tanto, de gran parte de su poder. El señor de Telemadrid queda totalmente en ridículo ante quienes tienen información directa, en imágenes y palabras, desde el lugar de los hechos. Se dirige a una especie que tiene los días contados: la que sólo ve la televisión y se cree a pie juntillas lo que ahí le cuentan. Ya no es imprescindible que vayan grandes empresas de comunicación a dar la noticia cuando y como les convenga para que el hecho esté cobrando realidad inmediatamente ante los ojos y oídos de multimillonarias audiencias. No tenemos el poder del dinero, pero sí el de la conciencia. Y somos muchísimos, incontables. Somos el pueblo, sobre el que se apoya, teóricamente, la soberanía en democracia. Claro que lo que padecemos ahora como sistema "lo llaman democracia y no lo es"... como repetidamente se corea por las calles en estos días. Hoy mismo lo afirmaba Mariano Rajoy a pie de urna: "la democracia es voto". No señor, es mucho más que eso. Y una de las circunstancias que lo está demostrando es que ahora, y no por deseo y gestión de quienes mandan, tenemos acceso a la palabra, a la información y a la discusión vertiginosamente, de forma inmediata. No se trata sólo de la inmediatez de la palabra en cuanto a rapidez, sino en cuanto a que nada se interpone entre medias del que la dice y el que la escucha, del que la escribe y el que la lee. Y todos podemos informar, comunicar desde plataformas tecnológicas sencillas que ya están prácticamente al alcance de todos en cualquier país que haya salido de la pobreza extrema. Para bien y para mal, es nuestro derecho. Hay quien sigue seleccionando y programando, pero el resto, lo no seleccionado ni programado, está también al alcance de quien quiera leerlo. Cada vez es más fácil enlazar ideas, que por eso se llama red… Y los mentirosos lo tienen cada vez más difícil. Hay muchas tonterías en Internet, porque hay muchas tonterías en el comportamiento humano en general. Pero están también todas las aportaciones inteligentes que están intentando ayudar a construir un mundo nuevo. Es muy gratificante saber que El Mundo de Pedro J. no las va a publicar y que este hecho va perdiendo importancia. Porque el mundo de Pedro J. se irá quedando arrinconado en el ámbito de sus propios feligreses, que cada vez serán menos, como una hoja parroquial. Y si no, al tiempo...