Oh yes! Oh yes! Oh… zzzz

Publicado el 27 abril 2013 por Bebloggera @bebloggera
Por La Churro desde Chile
Hace poco una compañera de trabajo me contó que se quedó dormida mientras hacía el amor con su pareja. ¡¡¡¿Qué?!!! (Imaginen mi cara de espanto). Yo pensé que solo era un mito urbano y que era humanamente imposible dormirse en el acto sexual. O sea, ¿quién podría dormirse con el vaivén, las caricias, besitos, gemidos y tanta cosa sabrosa? Pero como han de suponer, una vez más vuestra querida Churro acumula otra historia en su lista de fails. Eso me pasa por reírme de otros.

Trabajo de coordinadora de un restaurante que tiene bastante éxito. Como se pueden imaginar, este trabajo no solo acarrea el estrés mental de saber organizar bien todo, sino que también conlleva un cansancio físico: que va a la cocina, que problemas con un cliente por acá, algo pasó en platería, otro cliente furioso por el otro lado… y así no solo estresada, sino también corriendo todo el día. Ese fin de semana me tocó trabajar dos turnos seguidos de 15 horas cada día, entre los cuales solo alcancé a tener unas escasas 5 horitas de sueño.  Por la hora 29 de trabajo, ya por fin veía que se marchaban todos los clientes, comenzaba a pensar en llegar a mi camita a descansar, cuando suena el teléfono: “¿Aló?” “¿Qué más mi corazón?, ¿aún en el trabajo?” Era mi Colombiano con una invitación a “dormir” a su hotel (para quienes no lo conocen, pueden leer acá). Como su estadía en Chile era limitada, ya se había hecho habitual pasar las noches juntos en su hotel. Por un lado yo soñaba con llegar a mi casa y dormir hasta las dos de la tarde del día siguiente pero, me imaginé esos inmensos bíceps dándome un masaje para liberar tensiones y, obviamente, no me pude resistir a la invitación. 

Al llegar al hotel inmediatamente me di una ducha para comenzar con el relajo (y quitarme el horrible olor a comida),  luego me metí directo a la cama y Colombiano comenzó con sus cariños y masajitos. “Te veo muy agotada, así que hoy solo mimos y nada más”. Era tal mi agotamiento que era la primera vez que agradecía que un hombre me dijera que no al sexo. Pero la carne es débil (sobre todo la mía) y la cosa igual terminó en la cochinada misma. No llevaba ni un minuto el mi performance sobre mi Colombiano cuando las piernas comenzaron a tiritarme, me dolía todo y el agotamiento era tanto que mi cuerpo ya ni respondía siquiera a esta actividad que tanto adoro. “¡No más! No puedo, no puedo. Lo siento Colombiano, estoy demasiado cansada, no resisto”. Y caí rendida a un lado de la cama. ¡¡Humillación máxima!! ¡No pude resistir una jornada de sexo! Ni siquiera porque era simplecito y sin excentricidades lo pude aguantar. Pasó toda mi vida ante mis ojos en un segundo: Escapándome de las clases de educación física en el colegio, convalidando ramos para no hacer deportes en la universidad, subiendo por el ascensor y no la escalera cuando vivo solo en el tercer piso, comerme los tarros de leche consensada de una sentada (y directo del tarro, nada de cucharas), nunca haber aprendido a andar en bicicleta, almorzar por meses dos Super8(*) y un litro de leche chocolatada, nunca haber salido a pasear al perro… Por no tener resistencia física la reputación de la Churro se iba por el caño. Nunca me había arrepentido tanto de mi bien gozada vida sedentaria.Pero como Colombiano es todo un caballero no me iba a dejar a medias y humillada. Yo simplemente me tendí sobre la cama y él hizo todo el trabajo. Le pedí que la hiciera cortita y fuera directo al grano (a esas alturas, humillarme un poco más ya daba lo mismo), pero al final la cosa igual tuvo un final feliz, con su delicioso acento diciéndome al oído “Vente, vente conmigo”. PS: A la mañana siguiente desayuné un pie de limón, un chocolate caliente y una bolsa de marshmallow. Tomé micro, porque me daba pereza caminar hasta el metro y bajar tantas escaleras, llegué a la casa, no me puse ni pijama, y dormí hasta las dos de la tarde… hay cosas que nunca cambian.
(*) Barra de galleta cubierta con chocolate. Confite chileno muy popular.