Oído, cocina

Por Sergiodelmolino

No nací con el don de la perspicacia. Nunca resolvería un crimen, y cuando cometo alguno (comerme la última magdalena de la bolsa o beberme a escondidas un bote de leche condensada), siempre me pillan, porque voy dejando las pistas por todas partes. Pero sí que sé leer y tengo algo de memoria, por lo que puedo relacionar unas cosas con otras.

Ayer El País publicaba un falso artículo de opinión titulado Efectos del recorte en infraestructuras. El título no invitaba a la lectura, pero no importaba, porque no se publicaba para que lo leyeran ustedes o yo. No era un artículo, era un recadito. El firmante -no necesariamente redactor del mismo- era David Taguas, presidente de SEOPAN. Nada se explicaba de qué o cualo es SEOPAN. No hacía falta, porque los receptores del recadito saben perfectamente lo que es. SEOPAN es la patronal de las empresas constructoras españolas, un lobby que agrupa a más de 30 megacorporaciones del ladrillo. Los que cortaban el bacalao en este país hasta hace dos días.

El artículo, que no es tal, contiene una serie de medidas que debe emprender el Gobierno para paliar los nefastos efectos del recorte en la inversión pública en infraestructuras. Antes de esa enumeración, David Taguas -o su personal assistant- hace un diagnóstico de los devastadores efectos que los recortes van a tener sobre España y sus gentes. Será verdad o no, pero está claro que lo que al señor Taguas le preocupan son los devastadores efectos que el asunto va a tener sobre las cuentas de resultados de las corporaciones a las que representa y por las que está obligado a dar la cara.

El problema del público es que tiene memoria. Y resulta que algunos habíamos oído el nombre de David Taguas en otra ocasión. ¿No será el mismo David Taguas que dirigió la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno durante varios años? ¿El mismo David Taguas nombrado directamente por José Luis Rodríguez Zapatero como cargo de absoluta confianza? ¿El mismo que abandonó ese cargo delicado, desde el que conocía al dedillo todos los planes del gobierno y desde el que disfrutaba de una posición de absoluto privilegio para influir sobre las decisiones del presidente, para aceptar la presidencia del lobby de los constructores? Sí, es el mismo.

No soy el único que se olvida de esconder la bolsa vacía de las magdalenas después de zamparse la última.

Esto, que podría investigarse como un caso de tráfico de influencias al más alto nivel y ante lo cual Zapatero ni siquiera se ha dignado a dar una explicación, habría sido un escándalo sonadísimo en cualquier país con un mínimo de querencia por la democracia. Aquí pasó sin pena ni gloria. Tres o cuatro plastas se llevaron las manos a la cabeza y el señor Taguas se fumó un puro -de los que le regaló Zapatero para celebrar su fichaje-. Y como no pasó nada, los constructores se han envalentonado y le han dicho: “Anda, Davicín, tú que tienes mano con ZP, mándale un recadito de nuestra parte, pero que se entere todo el mundo, que no pueda decir que tiene el móvil apagado o fuera de cobertura”.

Zapatero ha formalizado acuse de recibo. Obediente y leal para con su antiguo colaborador, a las pocas horas de publicarse el recado en El País, el presidente anunció que reconsideraba el recorte anunciado en infraestructuras, asumiendo algunas de las medidas que le exigen los reyes del cemento. No ha esperado ni 24 horas en responder. Bien rapidito, no se vayan a enfadar. Y ha añadido el consabido: “Y póngame a los pies de su señora”.

Luego nos llevaremos las manos a la cabeza por los pasotes de Berlusconi y por los chascarrillos de Chávez. Como si tuviéramos aquí motivos para presumir.