Oigo pasos, sé que están ahí arriba, el silencio los delata hablando sus profundas riñas...Oigo pasos, pasos perdidos, pasos sin alas, pasos de gentes sin cuerpo y casi sin alma..Arrastran sus cadenas como si fuesen albas, pero el silencio delata sus miserias, sus miedos y sus maldades cercanas..
Los pasillos, interminables y entrelazados se extienden ávidos por la casa, ocupando mi atención con sus sombras móviles..Y ellos, los extraños habitantes de mi aparente soledad, orquestan como cada noche su sinfonía cacofonica y habitual..Siempre, cada noche, paseo sus longitudes cambiantes, vigilando las sombras y sus metamorfosis, escuchando mis apaciguados miedos palpitantes..Cuando me acerco a la biblioteca me gusta aspirar el olor del papel de los valiosos y antiguos volúmenes que me llaman como parlantes amordazados tras sus oscuras tapas..Parece que les oigo clarito contarme sus historias todos a un tiempo, compitiendo impacientes entre ellos..Me acerco entonces a la extensa estantería de roble viejo que tapiza la pared izquierda de la estancia, sobrevolando la chimenea y circundando el gran óleo central que figura un joven vestido con casaca militar; el soldado porta un rostro ausente y sorprendentemente cercano en medio de su clautrofóbico claroscuro..Él me sigue con la mirada, mientras yo rebusco entre los libros que voy rozando con la punta del dedo índice mientras descifro a duras penas sus títulos en medio de la penumbra..