Hay pocos placeres como un desayuno infinito mirando al mar… ¿Os lo imagináis? En el porche de una de esas cabañas de madera de las películas, al borde de la arena, con la tabla de surf apoyada (perennemente) en una esquina y una hamaca balanceándose ligeramente… Pues en Madrid, ahora eso es posible. “¿Cómo?”, me diréis, “si caen chuzos de punta y hace un frío polar”. Con la renovación del restaurante Ojalá, en medio de Malasaña, la playa de Madrid escondida gana un chiringuito surfero en el que los desayunos no se acaban nunca.
El nuevo Ojalá es un chute de energía en tonos aguamarina y naranja, de buen rollo pero también de paz absoluta. Su nueva piel, obra del arquitecto Andrés Jaque, busca transmitir el relax de los chiringuitos playeros, donde el tiempo se para, las etiquetas sobran y los horarios no existen. La esquina en la que se ubica está totalmente abierta a las calles y la barra ha mutado a una gran mesa colectiva donde trabajan los camareros pero también se sientan los clientes, de una manera más acogedora.
Como acogedor es el primer espacio, llamado “el invernadero”, que imita a ese porche soñado o a una terraza interior plagada de plantas suspendidas en el techo. Las mesas son amplias y quedan un tanto escondidas del bullicio de la mesa comunal, perfectas para compartir con familia o amigos.
¿Y qué se comparte? Según me cuentan sus dueños, el grupo La Musa, “la carta de Ojalá renace inspirada en el mundo del pan“. “Buscábamos una cocina informal, creativa y que se pudiera comer con las manos”, detallan. La nueva carta, obra del chef Javier Brichetto, es ecléctica e internacional y con un especial protagonismo para los desayunos, los brunchs y las meriendas. Durante todo el día puedes encontrar unos fabulosos brunch con especial protagonismo para los huevos: benedictinos, florentinos, parisinos, rancheros…pero también tostadas, tartas o pastelería artesanal para completar la oferta.
La carta de Ojalá propone un recorrido por todos los continentes. Entre ellos, destacan los bocadillos (vietnam, veggie, chicken breast); sandwiches (cemita pueblana, bikini gourmet), tacos (presa pibil, Pollo de la vera) pero también antipasto, ensaladas, hamburguesas, gazpachos, o wraps. Incluso hay tablas para compartir. El toque dulce lo aportan la torrija de brioche, la pasión por el chocolate, la tarta de queso in your face o una particular revisión de la piña colada. Y no hay que dejarse atrás la amplia selección de cócteles, sangrías, bebidas sin alcohol, tés, zumos o batidos que se pueden pedir en jarra, para todos.
Bajando la escalera, llegamos a la playa. Y me muero por descalzarme y disfrutar de la arena blanquísima que cubre el suelo, traída directamente de Almería hasta Malasaña. Y más ahora que ya no se fuma y no me voy a encontrar una colilla. Enterrados los pies en la arena, en este espacio se disfruta tumbados en un sofá de un combinado traído directamente de ese bar de madera que han colocado abajo. Y ya no estás en Madrid, estás en Aguamarga. Como si siempre fuera verano…
Los datos: Restaurante Ojalá. Calle San Andrés, 1. 91 523 27 47. Precio medio: 15-20€. Horario: de lunes a miércoles de 9 a 00:00, los jueves de 9 a 1:30h; viernes, de 9 a 2h, sábados de 13 a 2h y domingos de 13 a 00:00. Aquí tenéis la web y el Facebook.
*Fotos cedidas por los propietarios
¿Qué otros sitios os gustan para esconderos de los fríos madrileños?