Hay escritores ante los que, apenas leídas las dos o tres primeras páginas de su obra, uno sabe que hincará la rodilla y se dejará seducir por la magia de sus ficciones. Antonio Parra Sanz es uno de ellos. Todas las virtudes estilísticas (de alto nivel) que se observan en sus cuentos, ensayos y novelas están en Ojos de fuegoal servicio de una trama policial en la que el autor demuestra conocer muy bien la alquimia delicadísima que permite la obtención del oro narrativo.Ningún ingrediente, en verdad, echará en falta el aficionado al género negro que se acerque a estas páginas: un detective esculpido en la fragua de Carvalho; un barman filósofo, que sirve copas con el aplomo irónico de un lord inglés; un yuppi coronado de brillantina y que se ducha el esófago con whisky; unos matones que aparecen y desaparecen con sus bravuconadas y sus puños; un Madrid escaparatista y convulso, que vive los días del pelotazo... Y, como notas exóticas, un informático japonés (llamado Ishiwara san) y una empresa de telefonía móvil bajo la cual laten otros negocios menos transparentes y menos confesables. Sumen a este cosmos la presencia de Katrina Weiss, una mujer que carameliza el aire a su paso y cuyos ojos incendian las almas de quienes son mirados. No se necesitan más pistas para comprender que estamos ante una novela pensadísima y eficaz.Y todo ello combinándose en 22 capítulos de inteligente arquitectura, donde los hechos se nos entregan lenta, voluptuosa, sabiamente; donde el lenguaje y la trama se alían para solidificar un volumen estupendo, cuya lectura se agradece y donde comprendemos que hemos llegado al puerto de un escritor de verdad.
Afirmaban los gnósticos que las estrellas no eran cuerpos dotados de luz sino simples agujeros en la bóveda celeste, grietas por las que se filtraba la luz prodigiosa y divina del otro lado. Si aceptamos esta hipótesis (no menos rara o demencial que la teoría de las supercuerdas), convendremos en que la luz que se recibe gracias a los libros de Antonio Parra Sanz es deslumbrante y arrasadora. Ese bombardeo de fotones ha continuado luego en sus libros posteriores, que les invito de forma entusiasta a conocer.