Esta es otra publicación de la nueva editorial El desván dela memoria, que demuestra así su apuesta por la calidad y los nuevos autores. Puedes adquirir el libro sin gastos de envío pinchando aquí .
La autora
Como mis torpes palabras son incapaces de describir el contenido de este libro, lo mejor es dejaros con uno de los capítulos.
Un cielo de lunares
Recuerdo el movimiento que había en mi casa los días anteriores a la feria. Todo era limpiar y guardar alfombras, sacar maletas viejas llenas de ropa de los altillos. De las cosas más divertidas era cuando mi madre nos colocaba a los más pequeños encima de una mesa para probarnos la ropa del año anterior y comprobar que todo nos quedaba corto y estrecho. El talle de aquellos preciosos vestidos se situaba casi cerca del pecho en vez de ajustarse a nuestra delgada cintura. Pero el mejor momento era cuando mi madre decidía sacar los trajes de gitana de las niñas. Mi corazón se agitaba mientras bajábamos las escaleras con la maleta en la mano hasta llegar al segundo piso. Me apostaba junto a ella en espera de que el mío saliese de una de las maletas. Siempre me asaltaba la duda de si estaría allí el vestido o habría desaparecido por alguna desconocida razón.Una mezcla de miedo, emoción. Sale casi muerto de la maleta y va cobrando vida a medida que las sacudidas y el agua lo van despertando. Hay que probar si aún me queda bien. Mi corazón se encoje. Sólo hay que añadirle un nuevo volante. Respiro. Tras horas de plancha, a las que asisto casi sin respirar, mamá lo cuelga de su lámpara en una percha junto a la ventana. Pego mi espalda al suelo y siento en mí el leve vaivén de sus volantes con la brisa. Momento mágico, casi religioso, de intimidad absoluta, eterno, similar al que disfrutan los toreros ante su altar antes de entrar en el ruedo. Solos él y yo. Mañana será de quien lo mire, hoy es mío.Esa noche me dejan dormir en una cama plegable bajo él. Un cielo de lunares.Tengo más de cincuenta años, y algunas noches, cuando el sueño me obliga a cerrar mi libro, antes de apagar la luz me dejo llevar por el brillo acristalado de mi lámpara y aún puedo ver mi traje de flamenca balanceándose de ella, devolviéndome a mi niñez.