Desde hacía varios días, el calor parecía haber llegado para quedarse a perpetuidad, también entonces comprendí que las cuestiones de este mundo son efímeras además de que dependen de diferentes puntos de vista, de diversas circunstancias, del entorno, entusiasmo, entereza…
Esta mañana quedamos temprano para subir hasta algún lugar de la Sierra de Guadarrama. Normalmente quedamos a las siete de la mañana para comenzar a caminar muy cerca de las ocho. Hoy iremos otra vez hasta el nacimiento del Río Moros.
Desde el aparcamiento de Majavilán en las Dehesas de Cercedilla nos protege el pinar y la vegetación. Susurra el agua al iniciar la subida los muy escasos metros de asfalto hasta adentrarnos entre los pinos, susurra el agua en la fuente de Majavilán y la ligerísima brisa de la mañana semeja la dulce másica del violín en el concierto de Glazunov.
Hacia el Collado de Marichiva, subimos entre pinares y praderas.
Comenzamos los cuatrocientos metros de ascensión que nos separan del Collado de Marichiva entre tapices de helechos y murmullos del arroyo que pasamos sin problema recién nos adentramos en el Camino Viejo de Segovia. Los arroyos de la Sierra entregan serenidad de espíritu y bautismo de fortaleza, son regueros de ilusiones y de versos extendidos por la naturaleza y por el alma, son canción escondida entre el misterio y la soledad, lejos del torbellino entregan meditación y paz.
Montaña arriba, las praderas con su mirada inmensa hacia el Mirador de la Reina, hacia la solemnidad del Pico Majalasna y los demás picos de Siete Picos hacen de este inicio de la mañana una explosión de sosiego y libertad. Se reduce el sendero entre el pedregal y los pinos, entre la flor amarilla de los piornos y la musical conversación de las aves hasta llegar al Collado de Marichiva de anchuroso descanso y relajante mirada hacia otras cumbres y otros valles.
En el Collado de Marichiva decidimos continuar hacia los Ojos del Río Moros.
En el Collado de Marichiva podemos elegir diferentes senderos con posibilidades de inmensa belleza en su recorrido. Pero en la montaña también es necesario elegir un sendero y dejar todos los demás para otra ocasión, para otras personas, para otras vidas… Elegimos continuar hacia los Ojos del río Moros acompañados de los violines, clarinetes, trompas, oboes… del Concierto para violín Romeo y Julieta de Tchaikovski.
Desde el Collado de Marichiva, pasamos a la parte de Segovia por una portillera de metal. El sendero aparece claro a nuestra derecha detrás de un sereno pino que perece puesto como inicio de la ruta. Casi tres kilómetros de camino bordeando la Peña Bercial y el Cerro Minguete, los pinos en suave conversación con los montañeros nos invitan a gozar la vegetación y la música, la brisa y la sombreada luminosidad de la mañana que avanza.
Esta agradable fuente canta en la serena ladera de Peña Bercial.
Allá abajo se remansa el agua en un par de embalses para dar serenidad al amplio parque recreativo de La Panera. A nuestra derecha el verdor brillante de Peña Bercial, a nuestra izquierda van pasando con lentitud y misterio la Sierra de Quintanar, el Oso y la Pinareja con su luminoso y florido valle sobre el río Moros que escuchamos cada vez con más claridad.
Canchal casi de fantasía que desciende desde Peña Bercial y Cerro Minguete.
El sendero llega a su punto más alto, desciende, remonta y baja de nuevo como es el terreno llano en montaña. Un grupo de pinos jóvenes parece querer cerrar el camino; pero no, es solamente un alarde de fantasía en esta serenísima marcha. Ahora descubrimos el canchal que siempre son parece asombroso en medio de esta melodía de vegetación y verdor. Ante nosotros asoma la cumbre del Montón de Trigo, se cierra el valle y aquí están diferentes Ojos por donde asoma a la luz el agua del Río Moros.
En otras ocasiones continuamos montaña arriba hasta el Collado de Tirobarra, también con diversas posibilidades de ruta; subir a la Mujer Muerta, volver por la cumbre del Montón de Trigo hasta el Puerto de la Fuenfría, descenso por el Arroyo del Regajo o de las Cabras hasta la Fuente de la Reina,…
Nos sentamos junto a uno de los Ojos del Río Moros. Son varias las surgencias por donde esta ladera entrega su agua primera al musical río Moros.
Hoy nos sentamos junto a uno de los nacederos del Río Moros, aquí escuchamos el sonido de la brisa, el recuerdo de las voces humanas que aquí conversaron a través de los siglos, acaso mi propia voz de otras visitas anteriores a este lugar de silencio y fortaleza permanece aún en el aire; aquí contemplamos el lento paso del petirrojo, la quietud circense de algún insecto volador recortado contra el azul del cielo, inmóvil esperando cualquier signo que le impulse a cambiar de posición; aquí las blancas celindas asoman sobre el verde césped, la abundancia amarilla de las caltas adornan la ladera por donde resbala el agua en su primer recorrido del Río Moros.
Javier Agra.