Con la cabeza llena de locuras y los ojos de visiones anduve (...)
Desde aquel momento ya no supe lo que veía: las paredes de las casas se alargaban, se achicaban, en los portones entraban y salían sombras, el viento cantaba, gemía, cuchicheaba. todas las locuras se habían desencadenado en las calles de Toledo. Dispuesto a luchar a brazo partido con aquella ola de sombras, de fantasías, de cosas extrañas que iban a tragarme, a devorarme, me apoyé en un muro y esperé. A lo lejos oí el rumor de un piano; salía de una de aquellas casas solariegas, presté atención, tocaban Loin dubal.
Pío Baroja. Domingo en Toledo (1912)