Lo siguiente es que llegaron los yanquis y, con su gusto por "americanizar" todo lo que les atrae, decidieron rodar un remake de una película que en un principio no necesitaba ser revisada.
Pero colocaron a Spike Lee en la dirección y ya se pudieron ir olvidando del "más amor y menos sangre", ya que el director parió una versión nada occidentalizada ni descafeinada del asunto.
En la versión de Lee, Josh Brolin protagoniza a un ejecutivo publicitario con bastante poca empatía que pasa un encierro de 20 años antes de poder enfrentarse a una de las mayores venganzas que se ha visto en la historia del cine. Y lo hace sin cerrar los ojos al gore ni a las escenas desagradables, que el estómago no se va a quedar relajadito con sus líquidos porque la película haya caído en las manos de un americano...
Lee se pone más bizarro que nunca y eso provoca el orgullo de firmar una adaptación bastante decente de una cinta de culto.
Por cierto, los carteles sobre los 20 años de encierro son geniales.