Hay quien dice que prefiere leer solo a autores de antaño, porque lo que se publica en la actualidad carece de nivel. Este argumento tiene su parte de razón: el tiempo actúa de filtro que separa lo bueno de lo mediocre (o así lo creemos), mientras que en el presente de cualquier época uno se encuentra con un montón de novedades que aún deben pasar por él. Con todo, de vez en cuando aparece un libro con el que no hace falta esperar, un libro con el que se tiene el convencimiento de que perdurará, de que no caducará, ya que su calidad trasciende a las particularidades del contexto en el que se ha escrito. Hablo de novelas como La amiga estupenda (2012), de Elena Ferrante, La Gran Casa (2010), de Nicole Krauss, o El jilguero(2013), de Donna Tartt. Estos son, entre otros, los títulos que se deben recomendar a ese lector incrédulo que no confía en lo que sus contemporáneos pueden lograr. Hoy, aunque descubierto con cierto retraso, en este blog se les une otro: Olive Kitteridge (2008), de Elizabeth Strout (Portland, Maine, 1956), Premio Pulitzer 2009 y ganador de los premios de los libreros catalanes e italianos (Llibreter y Bancarella, respectivamente) del año 2010.
Elizabeth Strout
Olive Kitteridge, con su elaborada composición, transita entre lo comunitario y lo íntimo, entre las conversaciones, serias o banales, y las repercusiones que tienen estos encuentros para uno mismo. Strout, una narradora perspicaz como pocas, escribe con minuciosidad, elegancia y un toque de ironía fina sobre un tema tan espinoso como la insatisfacción personal, por diferentes causas y en diferentes circunstancias, esa sensación de que las cosas podrían ir mejor que no desaparece jamás y que se compensa con alegrías pasajeras. Emplea un lenguaje rico, reflexivo, en el que cada palabra tiene su peso y los diálogos rebosan viveza gracias a su extraordinario dominio del registro coloquial. En suma, Strout consigue lo que solo está al alcance de unos pocos: construir un personaje fascinante en toda su brutalidad, un personaje tan pícaro como conmovedor (porque Olive Kitteridgees una novela muy conmovedora). Convierte las pequeñas y grandes tragedias de la gente en la mejor literatura; y lo hace, además, manteniendo la tensión narrativa e implicando al lector, buscando su complicidad. No tengo ninguna duda: una obra maestra.La novela se ha adaptado a la televisión por HBO con Frances McDormand como protagonista. Los fotogramas que ilustran la reseña pertenecen a la miniserie.