Olor con olor se paga - Cuento

Publicado el 08 septiembre 2015 por Elistmopty
Por Jose Manuel Borrallo
Ducharse a diario es un error deplorable, una costumbre nefasta que solo nos proporciona inconvenientes.Algunos de nuestros colegas europeos actúan de manera más lógica en este asunto. Así, conocemos que los ingleses lo hacen una vez a la semana, respecto a los nórdicos y los teutones hasta ahora nadie ha conseguido datos fiables y los inuit realizan el acto lavatorio una vez al año o en peligro de muerte.Nuestra insistencia en el baño está arraigada en España desde las invasiones moras. No es que estos pueblos se bañasen a diario cuando nos invadieron, ¿cómo hacerlo si solo tenían arena y dátiles y carecían de agua hasta para beber?, sino que en las tierras conquistadas se pasaban el día metidos en el agua, pues sufrían un síndrome parecido al de Estocolmo, pero acuático. Aquí fueron felices y no se marchaban ni con jabón. Después, con la reconquista, les copiamos el hábito.Los hombres –ejecutivos, yuppies, oficinistas, abogados…- cuando trabajamos vestimos siempre con traje y corbata. Los trajes son siempre modelos similares, los mismos desde hace noventa y cuatro años. ¡A los hombres nuestra forma de vestir nos dificulta sobremanera diferenciarnos! Además, para una celebración civil o religiosa mantenemos prácticamente el mismo aspecto cambiando, si acaso, los zapatos, por lo que tampoco nos desigualamos de nuestros primos, tíos y cuñados, etcétera ¡Tanta uniformidad me desespera! y las mujeres me producen envidia.Para dar salida a este acuciante problema deberíamos abandonar nuestra herencia mora e igualarnos con Europa, es decir, ser más espesitos y así poder diferenciarnos por el olor.