Los cerca de cuatrocientos niños que quedan allí, desde recién nacidos hasta adolescentes con verdaderos problemas de agresividad, se descubren solos y sin ningún tipo de autoridad que los gobierne. Encerrados dentro de una cúpula de cristal que ocupa varios kilómetros a la redonda y de la cual nadie puede escapar, algunos de ellos comienzan a desarrollar poderes extraños que les permiten hacer cosas tan sorprendentes como leer la mente, teletransportarse o sanar rápidamente.
El problema es que, cuando los adultos faltan, los jóvenes que intentan hacerse cargo de la situación no son precisamente los más idóneos.