Aunque parezca mentira, hubo un tiempo en el que el Western triunfaba y funcionaba en Marvel Comics. Rawhide Kid, Kid Colt, Dos Pistolas Kid, el Jinete Fantasma… todos ellos difrutaron de series propias de cierto éxito y relevancia. Era toda una línea editorial dentro de la editorial. Dos Pistolas Kid, por ejemplo, estuvo presente en el mercado de manera casi ininterrumpida durante treinta años. Claro que era un tiempo en que la diversificación de la oferta editorial era magnífica, con temáticas, además del western, de terror , románticas, bélicas, ciencia-ficción…
No sé si realmente achacar su práctica desaparición a la nueva irrupción con fuerza del superhéroe moderno. Al fin y al cabo, Superman y Batman no habían dejado de aparecer y convivían con este tipo de cómics. El famoso tema del Comics Code supuso un gran mazazo a esa diversidad, aunque estos western fueran ciertamente edulcorados. Pero es cierto que la llegada de los 4 Fantásticos cambió algo, y el interés de los lectores rotó hacia los pijamas de colores, y todos estos personajes empezaron poco a poco a caer en el olvido.
No obstante, los vaqueros del western nunca quedaron del todo relegados. Sus apariciones en series como Los Vengadores hablan bien a las claras del cariño que tanto autores como lectores conservaban hacia esos personajes. En concreto, Steve Englehart fue el artífice de muchas de esas apariciones, siempre justificadas con viajes en el tiempo en una u otra dirección. Se acabaron convirtiendo en un escenario más que visitar dentro del Universo Marvel, como la tierra alternativa del Escuadrón Supremo o la Tierra Salvaje.
Pero los tiempos seguían cambiando. Gary Cooper ya no era un vaquero inmaculado. John Ford ya no retrataba la conquista del Oeste. Clint Eastwood pasó de hacer spaguetti westerns a filmar Sin Perdón. Wyatt Earp dejó de ser la Ley sin tacha, y descubrimos que el General Custer puede que muriera con las botas puestas, pero era un cabrón sin corazón. Buffalo Bill no resultó ser más que un charlatán. Los disparos ya sangraban en lugar de ser una mano contra el pecho y un malo diciendo “¡me han dado!” , y éste ya no caía al suelo grácilmente desde la azotea del Saloon al ser disparado certeramente por un John Wayne al que sólo alcanzaban en el brazo y se curaba con un pañuelo anudado. Los indios ya no eran los malos de todas las películas. Y de pronto, el mundo del western devino sucio, sudoroso, duro y polvoriento. Las aventuras de estos coloridos personajes Marvel quedaron de una vez por todas desfasadas por la realidad de su tiempo.
Marvel decidió conceder a los personajes lo que fue a la vez una actualización necesaria, pero también… ”The Last Ride of the Western Heroes”… su última actuación.
Ostrander traza una historia sólida, trabajando el escenario para llevarlo hacia la fatalidad final. Hábilmente sitúa las coloridas aventuras de los pistoleros Marvel que conocemos en el terreno de las novelas de aventuras, dejando caer que las historias contadas son en realidad fabulaciones de lo que realmente ocurrió, relatos idealizados para el público de las aventuras que realmente vivieron nuestros protagonistas, con partes ciertas y partes falsas. De esa manera tan sencilla prepara a nuestros cowboys marvelitas para la realidad del sucio y polvoriento western actual. No obstante, su situación con respecto al Universo Marvel superheróico se mantiene: las visitas de los Vengadores ocurrieron realmente, por ejemplo, igual que los viajes al futuro de Dos Pistolas Kid.
La acción se sitúa en un pueblo de Montana llamado Wonderment, habitado principalmente por ex-esclavos de raza negra, que se ve acosado por una banda de pistoleros enmascarados que pretenden que la gente del pueblo o bien muera en él o bien se marche. Para desgracia de estos pistoleros, en el pueblo vive un retirado Reno Jones, que rápidamente se pone en marcha para reclutar a sus antiguos compañeros de andanzas, ya que las autoridades niegan todo auxilio al pueblo. Todos ellos están retirados o inactivos de una manera o de otra: Dos Pistolas Kid ejerce de abogado y ha retirado su antifaz; Rawhide Kid viaja con el espectáculo de Buffalo Bill; Kid Colt está perseguido por la ley; y Outlaw Kid sufre un trastorno psicológico grave. Todos ellos se encaminarán hacia el pueblo para una última misión de protección. Y no sólo ellos se verán en estas páginas: Lobo Rojo, el Jinete Fantasma, Kid Cassidy, Caleb Hammer (a sueldo de la mítica agencia de detectives Pinkerton) o Gunhawk también se pasean por sus páginas con papeles de mayor o menor envergadura.
Leonardo Manco colabora magníficamente en la sensación de historia oscura y sucia. ¿Quién diría que un dibujante que se mueve tan bien en el cyberpunk y el horror sería perfecto para narrarnos un western? Sus lápices son perfectos para la tarea encomendada, ayudados por una magnífica paleta de colores.
El duelo final se puede calificar de épico. Spoilers a la vista, chicos. Lo advierto.
La música nos suena, ya que el eco de los desenlaces de las grandes historias del Oeste nos dice que suelen terminar en algo parecido. No obstante, es novedoso para nuestros pistoleros ya que la mayoría de ellos no superará el trance, no verá silbar las balas a su alrededor ni se v
No parece tampoco casual que el que finalmente rescate a los supervivientes no sea ningún vaquero, sino un Lobo Rojo acompañado por su tribu de indios perseguidos por las autoridades oficiales, en una suerte de paradoja en la que los habituales despreciados en el western son los únicos capaces de salvar el día. Su llegada en el último instante marca el final del acoso a Wonderment y el fin de nuestra historia. Ahora lo que toca es enterrar a los muertos…
Pero como todo, el éxito mata un poco los finales épicos, y la que debió ser la última historia tuvo una secuela, Apache Skyes, protagonizada por uno de los supervivientes de la serie anterior. Esta miniserie, ya aparecida bajo el sello MAX, sin ser mala escapa al propósito original de finalización de los personajes. Es una aventura sobre venganza bien narrada y ejecutada por los mismos autores que la anterior, pero una aventura más como pudieran ser tantas otras. El tono permanece, pero el espíritu ya no está del todo presente, no tienes en ningún momento esa sensación de trascendencia y de que cualquier cosa les puede pasar a los protagonistas. Leonardo Manco cambia un poco el estilo hacia uno más pictórico, menos sucio, y aunque no está realmente mal, la ruptura gráfica respecto a la anterior serie se hace notar por innecesaria. Servidor disfrutó la historia pero hubiera preferido que no se hiciera, realmente.
Me quedo con la primera serie y el gran sabor de boca que me dejó. Y quién sabe, quizá nuestra historia sí que acabe de todos modos con nuestros protagonistas cabalgando hacia la puesta de Sol…