¿Os acordáis de aquella película en la que la chica de Titanic llevaba el pelo de colores y Jim Carrey no hacía de Jim Carrey? Eternal sunshine of the spotless mind se llamaba, en español El brillo eterno de la mente inmaculada. Perdón, en español ¡Olvídate de mi!, un título igual de bueno y mucho más descriptivo. Resumiendo: Jim conoce chica, la cosa empieza bien pero acaba fatal y ella decide borrar toda la desagradable historia de su cerebro (borrarse a Jim Carrey parece una idea bastante buena, todo hay que decirlo) y seguir con sus quehaceres como si allí no hubiera pasado nada de nada.
Si a tí, a mí y a todo aquel que haya mantenido tratos amorosos con Jim Carrey la idea de borrarse fragmentos selectivos de la memoria nos parece una idea fascinante (quién pudiera borrarse Breaking Bad para vérsela entera una y otra vez) existe un grupo de académicos holandeses a los que les ha parecido el no va más y ni cortos ni perezosos se han puesto manos a la obra para hacerla realidad.
En esta ocasión se trata de un equipo de la universidad de Nijmegen, concretamente de su instituto Donders para el estudio del cerebro, liderado por un estudiante de doctorado llamado Marijn Kroes. Esta gente, que hay que ver a qué cosas tan interesantes se dedica, ha estado intentando emular los resultados de la película con un procedimiento experimental basado en el proceso de reconsolidación de la memoria.
Pues bien, hace unos años se ha descubierto que en el momento en que se accede a uno de estos recuerdos, este recuerdo vuelve a grabarse en el cerebro sobreescribiendo la información anterior. Como si cada vez que abriésemos un archivo de word para leerlo tuviéramos que darle por obligación a guardar. Este fenómeno recibe el nombre de reconsolidación y constituye la única manera en que podríamos modificar un recuerdo. Si de algún modo consiguiésemos alterar la información en el momento de rememorarla, la nueva versión sería la que se almacenaría en memoria destruyendo para siempre la anterior.
Ahora agarraos que vienen curvas, pues pasamos directamente de la ciencia ficción de ¡olvídate de mi! a plenos años setenta con alguien voló sobre el nido del cuco. ¿Cuál es la táctica de Marijn y compañía? Simplemente joder el proceso de reconsolidación con una descarga eléctrica en el cerebro. De esta manera el regrabado es defectuoso y un recuerdo que antes era nítido se torna vago y carente de importancia. Para su experimento seleccionaron un puñado de pacientes que recibían normalmente tratamiento de electroshocks (¡sí, al parecer esto sigue practicándose, aunque con anestesia general, a sujetos con depresión severa!) y les mostraron en diapositivas dos historias diferentes, una sobre un accidente y la otra sobre un atraco, que éstos grabaron en su memoria.
Unos días más tarde se les pidió que recordaran ambas y, durante la evocación de una de las dos ¡zas! les aplicaron una descarga. Un ratito después les hicieron repetir las dos historias y ambas seguían intactas; todavía se hallaban en la memoria a corto plazo. Sin embargo al día siguiente los pacientes recordaban significativamente peor la historia con la que habían recibido el electroshok. La otra historia, en cambio, la recordaban a la perfección. El proceso de reconsolidación, tal y como se pretendía, había fallado. Por tanto el sistema funcionar, funciona y el equipo ejecutor pronostica que será un mecanismo importante a la hora de curar traumas y fobias. Para aquellos que estén dispuestos a someterse al electroshock y todos sus posibles efectos adversos, claro está....
Quién sabe si en unos años Holanda se convertirá en uno de esos países de turismo médico de élite. A Suiza a purificarse la sangre como los Rolling Stones, a Sudamérica a ponerse tetas nuevas y a Holanda a arrancar de cuajo las experiencias desagradables para tener una mente siempre inmaculada, tiempo al tiempo. Por otra parte no deja de ser curioso que la que está investigando la ciencia del olvido sea precisamente una sociedad cuyos individuos tienen una velocidad de refresco, tanto para lo bueno como para lo malo, de quince minutos. ¡No los veo yo muy de traumas profundos, qué queréis que os diga!