Vincent se impacienta, no es para menos, lleva una semana fuera y se le nota que tiene ganas de llegar a casa; aún queda algo más de una hora. El silencio roto por los acordes que se me clavan en el alma y el aire que se filtra por la ventanilla rota.
Me gusta, la carretera es mía, de nadie más, y no me importaría que nunca se acabase, es posible que sea porque cuando llegue no me guste lo que hay, o simplemente porque en la soledad de la carretera me siento bien. Los recuerdos se me amontonan y tengo tiempo para pensar, recordar y añorar... un tiempo pasado que como dice el saber popular, "siempre fue mejor".
La chica del GPS sigue dándome indicaciones, aunque ya no me hacen falta, se donde estoy y lo que me queda para llegar a casa. Vincent lleva tiempo sin hablar y los acordes me siguen quemando el alma...
Llego a casa y me duermo pensando si algún día... algún día.