En Bangkok, Julian, un fugitivo de la justicia estadounidense, dirige un club de boxeo tailandés que actúa como tapadera para su tráfico de estupefacientes. Su madre, jefe de una amplia organización criminal, desembarca procedente de Estados Unidos para repatriar el cuerpo de su hijo favorito, Billy: el hermano de Julian ha sido asesinado tras haber masacrado salvajemente a una joven prostituta. Llena de odio y venganza, exige a Julian la cabeza de los asesinos. Julian deberán entonces enfrentarse a Chang, un extraño policía jubilado, adulado por los demás policías.
Pasillo, Ryan Gosling con la mirada perdida, Vithaya Pansringarm cantando, escena de tortura, Ryan Gosling inerte, pasillo, cena familiar, Ryan Gosling mirando al oeste, pasillo, Vithaya Pansringarm cantando, Ryan Gosling mirando al sur, pelea, Ryan Gosling otra vez, pasillo y Fin. Un resumen cruel, lo sé, pero no lejos de la realidad que nos ofrece la nueva película del director danés.
Su filmografía no se mantiene intacta, al menos para mí, compuesta de altibajos a los que Only God Forgives se suma. Rebautizada en nuestro país como Sólo Dios perdona, Refn se aproxima con interminables y reiterativos planos a la belleza visual a la par que al tedio de las imágenes de Valhalla Rising. Se suele decir que un director hace la película que para sí mismo, no para el público, y Only God Forgives es un claro ejemplo.
Es innegable, qué el apartado técnico es sobresaliente y la ambientación conseguida, pero si el aburrimiento fuera una virtud esta película desprendería eficacia por cada centímetro cuadrado. Podemos destacar en él, los conseguidos escenarios y la fotografía de Larry Smith, que ya ha trabajado anteriormente con Refn en Bronson y Fear X.
En Only God Forgives usa los colores y la iluminación de brillantes luces de neón de una forma muy onírica e hipnótica. Sin embargo, el ritmo visual, más pausado de lo habitual en sus películas, sumado a la ausencia de diálogos consigue aburrir de forma pronunciada.
Con su habitual tratamiento de la violencia, el danés nos presenta una historia de venganza de pocos personajes principales -tres- y reminiscencias al western. Una historia que con un ritmo más manido podría haber dado mucho más de sí.
La mayor parte de metraje se pierde en planos de Ryan Gosling, que apenas media palabra en toda la película. Cierto, que en Drive hablaba poco, pero al menos lo hacía. La sombra de su anterior personaje se alarga en exceso, y el actor canadiense se limita a posar su rostro bajo luces de colores y poco más.
Kristin Scott Thomas (Misión Imposible) interpreta su papel a la perfección, la madre autoritaria y de seco carácter que nos brinda posiblemente el mejor diálogo de toda la película, el de la cena.
Y por último Vithaya Pansringarm (Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!) ejerce como la justicia personificada, un personaje de una planta y portento que impone respeto sin mediar palabra.
La banda sonora compuesta por Cliff Martínez, que ya puso las notas en la fantástica Drive, sigue siendo genial. En general, se compone de temas muy tranquilos y oscuros, que en ocasiones pueden recordar a lo oído en Drive.
La nueva película de Refn es cine independiente con mayúsculas, se ha llevado 'palos' por los festivales que ha pasado. Aunque, siempre habrá gente que le haya gustado. Sin desearle nada malo, va a ser un fracaso de taquilla cuando llegue a las salas de nuestro país, la semana próxima. Es una película, que salvo cuatro escenas contadas, el tedio se personifica en cada plano y secuencias restantes.
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