Andre Agassi era uno de mis tenistas favoritos. Su look rompedor, alejado del código de vestimenta de Wimbledon, resultaba fascinante para los jóvenes aficionados de la época. No obstante este aspecto, Agassi destacaba sobre todo por su juego espectacular. Éramos muchos los que por entonces nos preguntábamos cómo un chico con ese aspecto debilucho, tan corta estatura y unos andares de pato provocados por un defecto en la espalda, era capaz de competir con portentos de la naturaleza como Pete Sampras, Lleyton Hewitt, Michael Chang o Jim Courier. En cualquier caso, y a pesar de esta introducción, no habría leído este libro (no suelo leer biografías) de no haber sido porque uno de los mejores libreros de Madrid, que, además, da la casualidad, es también uno de los poetas de más talento que he leído en los últimos tiempos, Álex Portero, me lo recomendó con entusiasmo. Finalmente, cayó en mis manos la edición inglesa, publicada, al igual que la original en los Estados Unidos, en 2009, cinco años antes de que Duomo Ediciones decidiera apostar por su traducción al castellano.
El libro está bien construido y funciona como una ficción, sobre todo en su primera parte, gracias a que posee los elementos constructivos de una novela, con sus personajes principales: el narrador en primera persona; sus personajes secundarios: el padre, los hermanos; sus personajes tangenciales: los compañeros de academia, los rivales; un argumento sólido: la carrera de Andre como evolución lineal, y una trama abierta, pues aunque el lector sabe que el autor alcanzó el éxito en su profesión, no sabe cómo. Como reconoce el propio Agassi en el capítulo final de agradecimientos, fue otro, su amigo J.R. Moehringer, quien convirtió su historia, contada por él de viva voz y grabada en una cinta, en un libro soberbiamente escrito. La verdad es que el libro engancha pese a que contiene una parte, en su último tercio, en la que los pasajes dedicados a rememorar las decenas de torneos jugados por Agassi se hacen densos y repetitivos y muestran una terrible prisa por acabar, construyendo elipsis que terminan por convertir al texto en la crónica deportiva de una trayectoria que por momentos copia las estructuras de los obituarios; tratando de resumir en un párrafo los éxitos y los fracasos de varios años.
Open, el partido de su vida, comienza a jugarlo Agassi en el jardín de su casa, situada en la periferia de Las Vegas, único lugar de la ciudad donde su padre se podía permitir una casa tan grande como para albergar en ella una pista de tenis. El pequeño Andre, de siete años, descubre allí a quien será su primer y más importante rival, El Dragón, una maquina construida por su padre, Mike Agassi; emigrante armenio que tiene por objetivo que sus hijos le ayuden a construir el sueño americano que él no ha podido lograr trabajando duro. El Dragón escupe bolas de fuego color amarillo fosforito a una velocidad media de 180 Km/h. El pequeño Andre las devuelve todas, aun con el antebrazo entumecido, a razón de 2.500 al día. Este régimen marcial impuesto por su padre llevará a Andre a odiar el tenis como juego y a entenderlo solo como un medio para ganarse la vida (“Odiaba el tenis, sí. Y lo odiaba porque nunca fue mi elección.”). De esta frustración nacerá el controvertido carácter y la extravagante personalidad del tenista, características que comienzan a despuntar como forma de rebeldía contra el régimen paterno, después convertido en dictadura del propio sistema inherente al deporte de élite, en la academia Bollettieri para jóvenes talentos. Con catorce años entra el circuito ATP con el número 610 y comienza a jugar torneos, lo que le permitirá romper con sus tutores, ganar su propio dinero y hasta marcar su propia tendencia, pelo largo (después convertido en postizo), pendiente y jeans cortados por encima de las rodillas; un look poco habitual entre los tenistas. La estética, las juergas y las drogas sirven para acorazar a ese niño tímido y bonachón que Agassi esconde dentro y que pretende escapar del guion de una vida que otros han escrito para él. Luego llegarán los grandes slams y las derrotas. La alopecia como símbolo. La sombra del fracaso en las crónicas deportivas firmadas por el famoso periodista Mike Lupica. Su cambio de entrenador. La aparición del preparador físico Gil Reyes (otro gran personaje). La resurrección como tenista. Sus amores frustrados, especialmente su relación con la actriz Brooke Shields, y finalmente la aparición de Steffi Graf en su vida, alguien que odiaba el tenis tanto como él, alguien con un padre aún más espartano que el del propio Agassi.
Más allá de su nada despreciable grandeza literaria, lo mejor de este libro es que nos enseña, en primera persona, toda la basura que esconde el deporte de élite. Para que los amantes del deporte, practicantes no profesionales y espectadores, nos divirtamos los fines de semana, han de existir estas víctimas del sistema deportivo que viven entregadas desde niños al deporte que practican. Me refiero sobre todo a los que participan en competiciones individuales. De hecho, los jóvenes deportistas pulverizan cada día nuevos récords de precocidad, y aparecen deslumbrantes números uno del deporte capaces de batir a las leyendas vivientes con apenas dieciocho años. Atletas como Rafa Nadal, Marc Márquez, Sebastian Vettel, etc. Me imagino ahora a uno de esos padres que arriesgan la vida de sus hijos haciéndoles conducir motos con centenares de caballos a la pronta edad de catorce años sentado en la fría grada de un circuito de segunda, orgulloso de la actuación de su retoño en la pista, comiéndose las uñas bajo la cubierta de tribuna sin tener del todo claro si la tensión viene producida por el riesgo o por la ambición. En ocasiones pienso que el deseo de tener descendencia surge de ocultas pretensiones egoístas, de ideas como “quién me cuidará cuando sea mayor” o “quién me sacará de pobre y me proveerá de un dulce retiro burgués”. No obstante, la existencia de esta autobiografía no descubre nada nuevo ni conduce a la reflexión de algo que no hubiéramos pensado ya los amantes del deporte, pero, a diferencia de esas biografías que buscan la épica a través de una narrativa que refuerza la idea de éxito como objetivo por el que apostar, Open nos da el punto de vista sincero de alguien que realmente llegó a odiar un deporte que hoy en día le divierte cuando lo practica por placer con su mujer en una pista alquilada y al que nunca permitiría que sus hijos se acercasen. Alguien que hoy en día dedica la mayor parte de su tiempo a la escuela para niños sin recursos económicos que lleva su nombre: Andre Agassi College Preparatory Academy. Un gran tipo.
Open: mi historia. Duomo editorial, 2014.
Open: an autobiography. Harper Collins, 2009