Stan jugará su primera gran final con 28 años
23 de enero de 2014 . JORNADA 11SEMIFINALES
Había tardado mucho tiempo en llegar la recompensa a tantos años de esfuerzo. Una semifinal, tres cuartos de final, nueve octavos y veintidós caídas en primeras rondas. En total, 35 Grand Slams y ninguna final. Demasiado para Wawrinka, era hora de romper la cinta.
Lo más cerca que había estado fue en las semifinales del Us Open hace unos meses, donde Novak Djokovic le apeó en cinco sets. Un Major después, la oportunidad se volvía a presentar. Enfrente Tomas Berdych, alguien que sabe lo que es tocar con la punta de los dedos la Copa de Wimbledon (perdió la final de 2010 ante Rafa Nadal). El resto de factores hacían que el partido no tuviera un favorito destacado. Pero había un hombre de los dos ligeramente por encima. Alguien todavía invicto en 2014. Un oriundo de Laussana que ya tenía decidido dejar atrás los últimos vagones de la vía y alcanzar el gran tren que lleva a los más grandes hasta la gloria.
Stanimal no dio ninguna bola por perdida
El encuentro no pudo estar más igualado. Tanto uno como otro mandaban con su saque sin apenas dar opciones de break. Berdych quizás si flojeaba en sus segundos servicios y eso lo aprovechó su rival en la única ocasión que tuvo. Wawrinka rompía la línea del partido colocándose 5-3 arriba y cerrando un juego después el primer set del partido. La iniciativa la llevaba el helvético, que en los últimos siete duelos ante Tomas, había salido victorioso en seis ocasiones. La estadística estaba de su lado.La cosa iba muy en serio y Berdych puso en marcha la maquinaria. Triplicó sus golpes ganadores, rebajó a la mitad sus errores no forzados y en la red terminaba sus puntos con un 89% de acierto. Incluso sus segundos saques habían aumentado en velocidad y resultado, cualquier factor era mejorable con tal de evitar que el suizo se pusiera dos sets a cero. Su crecimiento sobre la pista provocó que Wawrinka también lo hiciera. No hubo ninguna bola de rotura en los doce juegos esenciales, con lo que le tocaba al tiebreak decantar la balanza. Allí el discípulo de Tomas Krupa se comió al de Magnus Norman imponiendo un 7-1 y dejando el marcador empatado a una manga (3-6, 7-6).
Las espadas se afilaron, más si cabe, desde la línea de saque. Uno con un palo, el otro con una maza. Era imposible encontrar entre tanto porrazo una bola de rotura. Los dos se movían en unas cuotas de casi el 90% de puntos logrados con el servicio y un 100% de efectividad en la red. El tiebreak volvió a irrumpir en la escena para desnivelar la máxima igualdad ofrecida en el Rod Laver Arena. Esta vez Berdych no estuvo tan acertado y regaló, con varios errores y dos dobles faltas, el desempate a su rival. Un solo set separaba a Stanislas de alcanzar aquello por lo que tanto había trabajado. Meterse en la final significaba dar un puñetazo en la mesa de la ATP provocando un baile de posiciones en el top ten y logrando ser el primer jugador suizo en el ranking. Roger Federer deberá ganar el torneo si quiere seguir siendo el dueño de este privilegio que mantiene desde el año 2001, cuando Marc Rosset (29º) se encontraba por delante de él (30º).
Un set de vida le quedaba al partido, en el que para variar, se volvió a decidir en el tiebreak. Las sensaciones eran similares para ambos tenistas, quizás con algo más de firmeza en la raqueta del suizo. Aplaudía el mítico Rod Laver, presente entre el público, a cada golpe ganador que florecía sobre la pista. El antiguo tricampeón del torneo australiano iba a contemplar cómo uno de los presentes disputaría su primera final en aquel estadio que lleva su nombre.
Berdych no supo controlar la situación
Toda la igualdad y la competitividad de los juegos anteriores se perdió en el desempate. Berdych veía cómo se le escapaba el objetivo para caer en las zarpas del helvético. Tres bolas de partido para Stan, que miraba a Magnus Norman mientras se señalaba la cabeza. Allí dentro se encontraba el secreto de su evolución: paciencia, constancia y determinación. El sueco ya lo hizo hace cinco años como tutor de Robin Söderling, a quien hizo llegar a la final de Roland Garros en 2009 y 2010.La primera bola cometió una doble falta, síntoma de los nervios por lo que estaba en juego. En la segunda le mandó un zambombazo en forma de invitación a Berdych para cerrar el telón. El checo aceptó y escupió la pelota lejos de la línea. Sus oportunidades de triunfo se disolvían en aquel fondo de pista, igual que su presencia en el torneo australiano. El premio era para Wawrinka, que recibía su recompensa después de otro partido impoluto donde solo brindó una bola de break a su rival en cuatro sets. Por lo demás. cualquiera hubiera podido ganar. Es más, Tomas ganaba en casi todas las estadísticas: 21-19 en aces, 60-57 en winners, ambos tenían un 82% de puntos con su primer saque y en errores no forzados empataron a 49. Parecían dos gotas de agua. El factor diferencial estuvo en los puntos conseguidos, 143-142 para el de Laussana. Sirve como reflejo del plus con el que jugaba Stan frente a Berdych, compitiendo con un interruptor en su cabeza instalado hace doce meses que agiganta al suizo en partidos importantes.
La última piedra del camino la tendrá el domingo en la final ante Rafa Nadal o Roger Federer. Más que una piedra, una montaña entera. Contra el español ha perdido en las doce ocasiones que se han enfrentado y ante su compatriota, arrastra un 13-1 en contra que nada ayuda a pensar en una posible sorpresa. De momento toca disfrutar de lo conseguido y descansar para la gran cita. Que nadie de por muerto a este gigante sin límites porque con una mente bien estructurada es capaz de derrumbar la muralla más alta.
La cabeza fue el mejor aliado de Wawrinka
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