El libro sigue cronológicamente la vida de Agassi: las difíciles relaciones con su padre que marcaron sus inicios, todos sus triunfos, subidas y bajadas, las lesiones, el equipo que fue formando en torno suyo, su fracasado matrimonio con la actriz Brooke Shields y su retirada con treinta y seis años en el Open USA de 2006, ya junto a su actual mujer Steffi Graf y sus dos hijos. La narración mantiene un tono directo, personal, buscando de modo sencillo entenderse y explicarse. A pesar del repetitivo ciclo anual de la vida del tenista profesional, no se hace aburrida en ningún momento.
La experiencia y su equipo lo van forjando como hombre y como deportista (lo que hacemos nos marca mucho más que lo que sentimos, controlar solo lo que depende de nosotros, no buscar la perfección en cada golpe) y va aprendiendo a vivir con sus demonios (viajes y no-hogar, duros entrenamientos, soledad, el dolor de la derrota, el miedo, la presión), para llegar a una acertada conclusión final: ”Ésta es la única perfección que existe, la perfección de ayudar a los demás. De lo que hacemos, esto es lo único con un valor o con un sentido duraderos. Ésta es la razón por la que estamos aquí. Para hacernos sentir seguros los unos a los otros”. Este impulso le lleva a invertir mucho dinero en una destacada escuela para niños.
Agassi es un luchador, leal, cariñoso y generoso. Sus horizontes menos admirables (hamburguesas, videojuegos, coches), sus complejas contradicciones (repite numerosas veces que odia el tenis y que siempre ha sido así) y sus errores (rebeldías juveniles, breves coqueteos con las drogas), todo contado con gran sencillez y sinceridad, no empañan la talla de un talentoso deportista que peleó mucho por alcanzar las metas que se propuso. Caer, levantarse, pelear; triunfar o sufrir. Un personaje simpático y un libro inspirador.