Como yo me crié cuando la tele era la TELE porque había sólo dos cadenas, los sábados -que era el día televisivo por excelencia- teníamos la suerte de que en algún momento podías ver Wimbeldon y Roland Garros (bueno, y el Cinco Naciones, y la Ryder Cup, todo de gratis...). Así que por pelotas te hacías aficionado al tenis, y eras fan u odiabas a McEnroe.
Así que sí, yo soy aficionado al tenis, desde mucho antes de Nadal. Seguramente si no les gusta nada pero nada el tenis y no tienen ni pajolera de quien era Agassi este no es su libro. Pero si les atrae aunque sea un poquito , no deben dejarlo pasar. De un lado, porque está magníficamente escrito (con la colaboración de J.R. Moehringer, premio Pulitzer). Y de otra, porque seguramente, como me pasa a mí, no volverán a ver el tenis de la misma forma.
El chico que se atrevió a jugar por primera vez un grande con vaqueros, el de los problemas capilares, que ahora sabemos más preocupado por que no se le cayesen los postizos que por el drive. El que odiaba profundamente el deporte que parecía habérselo dado todo. El que ajusta cuentas con su padre, que le ató una pequeña raqueta a la mano desde la cuna y modificó una máquina lanzapelotas, el dragón, para que el pequeño André tuviese que hacer cruzar la red a un millón de pelotas al año....