La Operación Bernhard fue el nombre en clave del plan secreto nazi concebido por la RSHA y las SS durante la Segunda Guerra Mundial para desestabilizar la economía británica mediante una guerra económica basada en saturar la economía mundial y del Imperio Británico con billetes falsificados de 5, 10, 20 y 50 libras esterlinas del Banco de Inglaterra. Se trató de la mayor operación de falsificación de la historia de la guerra económica y la primera en servirse de la experiencia técnica y científica de un estado nación para producir y poner en circulación moneda falsa con el objetivo de desestabilizar la economía de un enemigo y de sus aliados.
Gran Bretaña era especialmente vulnerable porque su esfuerzo de guerra se fundaba y sostenía en su economía global colonial. Su economía se basaba directamente en sus territorios imperiales, territorios de la Commonwealth y la zona de preferencia de la libra esterlina en el comercio con las potencias neutrales, así como en la captación de mano de obra y en la adquisición de los materiales necesarios para sufragar una guerra mundial. Guerra que, por cierto, durante los dos primeros años tuvo que combatir en solitario.
Todos los socios de Inglaterra aceptaban la libra esterlina como pago por sus bienes o servicios, y contaban con reservas de divisa extranjera en libras esterlinas. La confianza en la integridad en la libra como moneda global, tanto dentro como fuera del área de preferencia esterlina, era esencial para mantener la vitalidad del Imperio Británico y, por ende, el esfuerzo de guerra.
Comienza entonces a pasar por la cabeza de los nazis la idea desestabilizar la libra esterlina y se comienza a diseñar la Operación Bernhard. El plan fue dirigido por el SS Major Bernhard Krüger (de ahí el nombre de la operación). Krüger creó un equipo de 142 falsificadores reclutando para ello a prisioneros del campo de concentración de Sachsenhausen primero y posteriormente de otros campos, especialmente de Auschwitz. A comienzos de 1942, las labores de grabado de las complejas planchas de impresión, el desarrollo del papel característico de la libra esterlina, con las marcas de agua correctas, y el quebrantamiento del código necesario para generar números de serie válidos resultó extremamente complicado.
Ahora bien, para cuando se produjo la evacuación del campo de Sachsenhausen en abril de 1945, la imprenta había producido la friolera de casi 9 millones de billetes, por un valor total de casi 135 millones de libras esterlinas de la época. Los billetes están considerados como entre las mejores falsificaciones jamás producidas: resultan prácticamente imposibles de distinguirse de las libras auténticas.
El plan era desestabilizar la economía británica durante la Segunda Guerra Mundial, lanzando billetes desde aviones bajo la premisa de que la mayoría de los británicos recogerían el dinero y lo gastarían, generándose así una inflación desbocada. Pero no se llevaría a cabo: se estimó que la Luftwaffe no tenía suficientes aeronaves para el lanzamiento de los billetes falsos.
A partir de finales de 1943, se imprimían cerca de un millón de billetes falsos al mes. Gran parte de ellos eran transferidos de los cuarteles generales de las SS a un antiguo hotel cerca de Meran, en el norte Italia, desde donde se lavaban y empleaban para pagar importaciones estratégicas y a agentes secretos que operaban en los países Aliados. Se rumoreó que se usó moneda falsa inglesa para financiar el rescate de Benito Mussolini en 1943.
Pero el Banco de Inglaterra ya era conocedor del plan alemán, gracias a un espía, desde 1939 y detectó los billetes falsificados en 1943 ( los más peligrosos nunca vistos, según la propia institución bancaria). Un banco británico en Tánger fue el primero en detectar las falsificaciones. El equipo de falsificaciones también trató de falsificar dólares estadounidenses y para finales de febrero de 1945 ya disponían de falsificaciones de billetes de 100 $, aunque la RSHA ordenó que se parase el proceso y que se desmantelará la imprenta.
Con la evacuación de Sachsenhausen, con el fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa ya cercano, el equipo de falsificadores fue transferido a Redl-Zip, en Austria, un campo dependiente de Mauthausen. A comienzos de mayo de 1945, se ordenó el traslado del equipo al campo de Ebensee, en donde tendrían que ser ejecutados. Sus guardianes de las SS solo tenían un camión para todos los prisioneros, así que tendrían que hacer tres viajes. El camión se averió en el último trayecto y el último grupo de falsificadores tuvo que llegar andando a Ebensee.
Los guardias de los dos primeros grupos de prisioneros huyeron cuando los prisioneros del campo de Ebensee se rebelaron y se negaron a entrar en unos túneles, con el fin más que probable de hacerlos saltar por los aires con ellos dentro. Los falsificadores lograron entonces dispersarse entre los prisioneros del campo de Ebensee. La orden era que todos los falsificadores de la Operación Bernhard tenían que ser ejecutados juntos, así que el retraso del tercer grupo hizo que todos pudieran salvarse.
El campo de Ebensee sería finalmente liberado por fuerzas estadounidenses el 6 de mayo de 1945. Uno de los prisioneros, el judío eslovaco Adolf Burger, contribuiría después de la Segunda Guerra Mundial a la divulgación de la Operación Bernhard, gracias a la publicación de sus memorias.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Bernhard Krüger estuvo detenido por los británicos durante dos años y luego por los franceses durante otro. Fue puesto en libertad en 1948 sin cargos. En los años 50, compareció ante un tribunal de desnazificacion, en el que se recogieron testimonios de antiguos prisioneros falsificadores que declaraban haber sobrevivido gracias a Krüger. Curiosamente, Krüger trabajaría después para al empresa que había fabricado el papel especial para las falsificaciones de la Operación Bernhard.
Una anécdota para terminar: el célebre espía Elyesa Bazna "Cicerón", que había trabajado para los nazis, demandó tras la Segunda Guerra Mundial al gobierno alemán por haber sido pagado con billetes falsos, exigiendo el pago en moneda de curso. Como era de esperar, perdió el caso.