Revista Cultura y Ocio

Operación Greif, cuando el béisbol y Minnie Mouse derrotaron a los alemanes

Por Historicon @elhistoricon

El 16 de diciembre de 1944 el infierno se desató en las Ardenas. Un bombardeo de 1.600 piezas de artillería alemanas sirvió de preparación a una gran ofensiva que buscaba dividir en dos a las fuerzas norteamericanas y británicas, llegar a Amberes y poner fin al avance aliado en el frente occidental. La conocida como la Batalla de las Ardenas tenía como objetivo último embolsar y destruir cuatro ejércitos aliados, para obligar así a estadounidenses y británicos a sentarse en una mesa de negociaciones y que Alemania firmara con ellos una paz por separado. De este modo, Hitler pretendía obtener tiempo y recursos para combatir a los soviéticos, ahora que la situación en el frente oriental era crítica.

A finales de 1944, la situación bélica de Alemania era desesperada. En el este, los soviéticos habían destruido gran parte del grupo de ejércitos Centro en una gran ofensiva (la que sería conocida como Operación Bagration), mientras que en el oeste los británicos y los norteamericanos habían empujado al ejército alemán a las mismas fronteras del Reich. Después de desembarcar en Normandía, el avance aliado había sido muy rápido, de modo que sus tropas estaban fatigadas y los suministros tenían dificultades para llegar a primera línea. El mando aliado tomó la decisión de estacionar en las Ardenas a las tropas más castigadas, junto a unidades recién llegadas y sin experiencia, ya que consideraba la región fácil de defender.

El 22 de octubre de 1944 el jefe de las unidades de operaciones especiales del ejército alemán, el teniente coronel Otto Skorzeny, fue llamado al cuartel general de Hitler. Skorzeny era un valor emergente dentro del aparato militar, después de la liberación de Mussolini (atribuyéndose todo el mérito, ya que en realidad la operación fue llevada a cabo por paracaidistas) y de la solución del llamado " asunto húngaro " (la neutralización del almirante Horthy, jefe del gobierno en Budapest, que buscaba rendirse a los soviéticos). Hitler, tras felicitarle por sus últimos éxitos, le dijo que iba a confiarle la misión más importante de su vida.


Debía preparar una unidad de infiltración (la 150 Brigada Acorazada) compuesta por soldados alemanes que hablaran inglés y que estaría equipada con material y uniformes capturados al ejército norteamericano. La misión de una parte de sus hombres consistiría en infiltrarse tras las líneas enemigas aprovechando la confusión generado por el ataque alemán, sumarse a las tropas en fuga y sembrar el caos desarticulando las comunicaciones telefónicas, confundiendo a las unidades mediante informaciones erróneas, cambiando señales viarias, propagando informaciones que llevaran a la confusión, volando puentes y polvorines y robando combustible. Detrás de ellos pasaría el resto de su unidad, que deberían capturar alguno de los puentes sobre el río Mosa, de modo que la ofensiva prosiguiera sin contratiempos una vez llegada allí.

Como hemos dicho antes, el secreto era vital para el desarrollo de la operación. Sin embargo, una semana después del encargo, y mientras Skorzeny preparaba la lista de suministros y equipamiento necesarios, el Estado Mayor alemán cursó una orden para que todas las unidades del ejército pusieran a disposición del teniente coronel a todos los hombres que hablaran inglés de forma fluida. Lo malo es que dicha orden ¡se cursó en abierto! Tras semejante metedura de pata, Skorzeny alegó ante sus superiores que no tenía sentido continuar con el plan, ya que los aliados podrían haber interceptado y leído el mensaje (como de hecho así fue), pero nadie le hizo caso y la operación siguió su curso.

Pronto la orden emitida para obtener hombres que hablaran inglés, además de un despropósito, se reveló totalmente inútil. A mediados de noviembre de 1944 Skorzeny sólo podía contar con 10 soldados capaces de hablar slang (inglés coloquial en argot), 40 que podían mantener una conversación medianamente fluida en inglés, 100 con algunos conocimientos del idioma y varios cientos de voluntarios que sólo sabían decir poco más que " Yes" y " Ok ", y se habían alistado atraídos por la fama que los comandos tenían en el resto del ejército. Pretender hacerse pasar por soldados estadounidenses con semejante plantilla iba a ser poco menos que imposible.

No fueron mejor las cosas en el apartado material. Skorzeny había calculado que necesitaría 3.000 hombres equipados con 20 carros Sherman, 30 blindados Greyhound, 150 camiones y semiorugas, y 100 Jeeps. Pero a pesar de la orden de absoluta prioridad de Hitler, sólo después de mucho suplicar consiguió 2 Sherman (uno de los cuales estaba averiado), 4 Greyhound, 15 camiones y 30 Jeeps. Para completar el número de vehículos necesarios se recurrió a material alemán pintado de caqui y algunos tanques Panther camuflados como cazacarros M-10 americanos. En cuanto a las armas individuales, sólo alcanzaron para los soldados que se infiltrarían en Jeep.

La infiltración comenzó el 16 de diciembre. Unos 40 hombres se adentraron tras las líneas enemigas en Jeeps disfrazados de soldados norteamericanos. No tuvieron muchas dificultades para hacerlo, ya que eligieron zonas sin vigilancia. Uno de los grupos de comandos llegó hasta el río Mosa, donde desvió a un regimiento acorazado y lo envió por una ruta que le hacía volver a la retaguardia (dos días después, el regimiento seguía dando vueltas). Otros grupos consiguieron cortar las líneas telefónicas, volar algunos depósitos de combustible y cambiar la señalización de las carreteras, lo que hacía que muchos convoyes dieran grandes rodeos para llegar a sus destinos.

Skorzeny (que por fin podía pisar el terreno) confiaba en que un ataque por sorpresa permitiría tomar Malmedy. Así pues, ordenó que el avance comenzara de madrugada. Sin embargo, la sorpresa se la llevaron los alemanes, ya que los defensores estaban alerta y rechazaron los sucesivos ataques. Durante la mañana arreciaron los combates. Una compañía de granaderos consiguió alcanzar las líneas enemigas apoyados por unos cuantos blindados camuflados, pero todos fueron rechazados en solitario por el sargento Francis S. Currey, que destruyó los blindados con su lanzagranadas y dispersó a la infantería alemana a base de disparos, granadas y casi a puñetazos (esta acción le supuso la Medalla del Honor, la más alta condecoración estadounidense).

Skorzeny solicitó refuerzos y artillería. La mañana del 24 llegaron varias baterías de lanzacohetes, ¡sin cohetes, ya que se habían perdido en el atasco! Peiper y sus hombres tuvieron que regresar a sus líneas a pie, abandonando todos sus blindados y buena parte del material. Los cielos se habían despejado de nubes, así que la aviación americana hostigó a los hombres de Skorzeny hasta que éste se dio cuenta de que el ataque había fallado a un coste tremendo. Para colmo de males, el propio Skorzeny fue herido, pero se negó a ser evacuado y siguió dirigiendo a sus tropas desde el terreno.

El 28 de diciembre la Operación Greif se dio por finalizada y toda la brigada fue retirada del frente y disuelta. A pesar de que el balance había sido de un tremendo fracaso, las tropas de Skorzeny consiguieron un importante éxito: sembrar por momentos la confusión entre los aliados. Se creó entre los norteamericanos una auténtica psicosis y se veían espías por todas partes, por lo que se dio orden a la Policía Militar de que arrestaran a todo aquel que pareciera sospechoso. Muchos soldados estadounidenses tuvieron que dar explicaciones por portar equipo alemán, por tener apellido " extranjero " o por no poder justificar su presencia en un determinado sitio. Incluso el General Bradley fue detenido e interrogado y sólo la llegada de un capitán que garantizó su identidad permitió que lo liberaran.

De no ser porque los muertos fueron reales, la Operación Greif parecería el guion de una mala comedia. Sin embargo, su historia tiene bastante fama entre los aficionados a las conspiraciones. Se han publicado docenas de libros sobre la misión secreta que pudo cambiar la Historia, y la película " La batalla de las Ardenas " de 1965 dedica una buena cantidad de metraje a los sanguinarios nazis disfrazados de estadounidenses. En realidad esta operación, como la mayoría de las de Skorzeny, fue un absoluto fracaso a causa del desconocimiento del Mando alemán sobre sus enemigos y de que muchos alemanes no supieran (ni les importaran) resultados del béisbol y cómo demonios se llamaba la novia de aquel ratón de dibujos animados que, años después, seguiría causando furor. Incluso entre los alemanes.


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