Sofía 07:12 – 05:12 ZULU Apartamento de los hermanos Tumánova, Sofía
Puede que la lluvia sobre Sofía cayera elegantemente sobre parques y jardines, resbalase con gracia por la cúpula dorada de la catedral San Alexandar Nevski o se posase liviana en la Ópera Nacional durante aquel amanecer. Sin embargo, el torrente de agua arremetía con fuerza contra la estatua ecuestre del Zar Alexander II, el libertador, que se mantenía estoico en su posición.
Toda esa grandeza resultaba ajena, lejana, dentro del apartamento de los Tumánova. Su techo dejaba pasar la lluvia en varios puntos, lagrimeando sobre los cubos repartidos estratégicamente por el suelo. Al menos, no se había vuelto a ir la luz.
El agente Dimov se encontraba en esos momentos atado de pie y manos, amordazado y echado sobre la sucia alfombra. No le importaba. Estaba inconsciente.
Los hermanos Tumánova habían llegado a las manos. El afán de protección de Piotr se había enfrentado violentamente con los deseos de venganza de Yevgueni. Ambos tenían el cuerpo dolorido y amoratado, sangrante en varios puntos. Se habían revolcado por el suelo y clavado los pedazos de la taza rota, mientras se golpeaban mutuamente con ahínco.
Pero eran hermanos.
En ese momento estaban ambos sentados en la alfombra, apoyando la espalda en el sillón el uno junto al otro. Compartían la botella de Vodka.
- Así que… ¿Hablabas en serio? – preguntó Piotr.
- Estaba colocado, tío – Yevgueni le dio una calada al porro que acababa de encenderse -. No puedo creer que me hayas estado mintiendo todo este tiempo. Eres un hijo de la gran puta.
- Compartimos madre, idiota.
- ¡No hables de nuestra madre!
- ¡Has sido tú!
Se miraron desafiantes por un momento, luego volvieron a beber.
- ¿Y ahora qué? – preguntó Yevgueni.
- Pues tenemos dos opciones: O entregamos al chico listo – señaló con la cabeza a Dimov, aún tendido en el suelo – o dejamos la Fuerza Roja.
- Llevo demasiados años dentro – contestó el pequeño de los Tumánova. Inspiró con fuerza, consumiendo una buena parte del porro -. Así que hagámoslo. Mandémoslo todo a la mierda.
El humo se escapó de entre sus labios. Se volvió a mirarle con una sonrisa. Su hermano se la devolvió.
- Siempre has sido un gilipollas.
- Puede – respondió Yev -, pero al menos no soy un puto agente secreto. Es la hostia.
Rompió a reír. Piotr le acompañó. Ninguno sabía exactamente de que se reían.
Dimov, por su parte, levantó la cabeza y echó un breve vistazo alrededor. El golpe aún reverberaba por todo su cráneo, con su consecuente dolor de cabeza y el mareo. Volvió a apoyar la sien en el suelo, reguló la respiración y comprobó sus ataduras. Nylon. Muy resistente, pero poco apropiado si querías que el prisionero no perdiera sus miembros. A Dimov no le atraía la idea de quedarse cojo o manco. Cerró los ojos, perdiendo de vista por un momento la pared que tenía enfrente. Algo le pinchaba en el costado.
Se echó hacia atrás, dejándolo a la altura de sus manos, y lo recogió torpemente para intentar cortar sus ataduras.
- Creo que se ha despertado – informó Yevgueni, y rió entre dientes sin razón.
- Ya voy yo – apuntó su hermano, levantándose con esfuerzo.
Dio un último trago de vodka de la botella y se acercó al agente, el cual escondió el pedazo cortante de taza entre sus manos. Sintió cómo le agarraba de los hombros, le daba la vuelta y le ponía sentado con la espalda contra la pared. Dimov sacudió la cabeza, fingiéndose aún más desorientado de lo que ya se sentía, y luego le miró.
- ¿Sigues con todas las funciones cerebrales intactas? – preguntó Piotr, sonriendo ligeramente.
- Creo que sí. Recuerdo el golpe de tu hermano en mi nuca.
- Perfecto. Tenemos que hablar que hablar de lo que va a pasar ahora.
Yevgueni, al otro lado de la estancia, encendió el televisor, distraído.
- ¿Y qué va a pasar ahora? – preguntó Dimov.
- Vamos a volver todos juntos a la agencia. Me has jodido la tapadera, y te lo agradezco, te aseguro que me lo pasaba mucho mejor espiando a los rusos. Al menos en Moscú el vodka era fuerte de verdad.
- No puedo volver a la IAB.
- ¿Por qué? – preguntó Piotr, desconcertado.
- Los vigilantes me vienen detrás – contestó Plamen, y sacudió la cabeza de nuevo.
Piotr bufó y se levantó, atusándose el pelo.
- Lo que me faltaba. Un agente corrupto.
Sin embargo, con los brazos cruzados, mirando distraídamente a la pared, se le ocurrió que tal vez no fuese tan mala su suerte. De hecho, quizás era exactamente lo que necesitaba para volver a congraciarse con la agencia. Si le entregaba, acusándole además de haber intentado matarle, tal vez dejaran a su hermano en paz. Después de todo Yev era un civil, un civil que había sido miembro de una banda armada. Y había visto demasiado sobre la agencia en aquel día.
- No soy un agente corrupto – rezongó Dimov, levantándose con la espalda contra la pared.
- ¡Menudo incendio! – dijo Yev eufórico, ajeno a toda la conversación mientras miraba las noticias. Rió con ganas.
- No, el departamento independiente de vigilancia de agentes te busca por bajar gatitos de árboles. ¿Sabes qué? No me importa, no quiero volver con la agencia. Me desapareceré.
- No es tan fácil – puntualizó Dimov.
- Nadie ha dicho que lo sea.
- Entonces…
- Silencio – le interrumpió Piotr y se volvió hacia la televisión.
“… devastador. El centro de Sofía ha quedado conmocionado, no sólo por el peligro implícito de una explosión así, sino por la pérdida de uno de los edificios más antiguos de la ciudad. En la actualidad, era empleado por el ayuntamiento como oficina suplementaria de control de gastos, pero su historia se remonta al siglo XIX, cuando…”
Mientras su secuestrador se distraía mirando el programa de noticias de noticias de la NBT, Dimov colocó su improvisado cuchillo para cogerlo con firmeza, dejando que la punta quedara hacia abajo, de modo que con las manos atadas pudiera asestar un golpe mortal en el cuello. Sin embargo, se quedó paralizado cuando echó una breve mirada al televisor que tanto parecía interesarle a Piotr.
Conocía bien el edificio en llamas.
- La sede – dijo Piort sin aliento -. Han volado la puta sede.