En otra entrada perpetrada en este blog titulada "Sirenas en la luna" hablaba sobre el tema de los falsos documentales, también llamados "Mockumentary" (Mock significa burla), y refería al preciso momento en que uno percibe que se trata de una tomadura de pelo o de una fina broma, según el criterio. En el justo instante en el que la prudencia deja paso a la osadía es cuando cae el telón del engaño. Debo confesar que uno de estos documentales de ficción consiguió engañarme, en concreto el que llevó a cabo Felipe Mellizo sobre García Lorca, precisamente porque mantenía cierta prudencia. Otros comienzan con esa premisa, como por ejemplo "Operación Luna", que pretendía desvelar una verdad sospechada por muchos, de que la llegada a nuestro cercano satélite nunca llegó a producirse. Pero, si sale un personaje como Kissinger y manifiesta sin tapujos que efectivamente fue un fraude, ya te pones en guardia y te das cuenta de la argucia.
Independientemente de la calidad televisiva de un producto como "Operación Palace", lo que ha quedado en evidencia es el escaso sentido del humor, que algunos han paseado como bandera de una pose exagerada de seriedad y trascendencia. Gaspar Llamazares se apresuró a decir que "El golpe del 23F fue muy serio y contó con complicidades dentro y fuera, por eso su presentación como farsa me parece frívola y peligrosa." Pienso que después de 33 años ya se puede bromear con aquellos incidentes, sobre todo porque por fortuna fueron inocuos. De hecho, a los pocos días, no eran pocos los chistes que ya circulaban sobre el golpe de Tejero. Decía Woody Allen en la magistral "Delitos y faltas" que "La comedia es igual a tragedia más tiempo". Pilar Eyre, a la que parece que no le sobra este concepto de comedia, se sentía indignada y lo definía como una chapuza fea, fácil y tramposa. Claro que tampoco hay que sorprenderse para alguien que en un programa televisivo pidió la prohibición de "El código Da Vinci". Otro que fundió su cuenta de Twitter fue Juan Echanove, que expresaba su frustración por no encontrarle ninguna gracia a semejante broma. Intuyo más un cabreo por no haber detectado el engaño que otra cosa. Ramón Tamames, otro portento del sentido del humor, se mostraba especialmente disgustado porque en el documental se insinuaba que Tejero había recibido una cantidad económica por su gesta, animando a la familia del golpista que emprendiera medidas legales, contra el programa de la Sexta, por calumnias. Tamames seguramente seguía sin entender la verdadera naturaleza del falso documental, algo extraño en un economista de semejante talento y personalidad. No hubiera estado de más que, en vez de proponer semejante acción judicial en defensa del honor de Tejero, nos hubiera aconsejado a los españoles que hubiéramos interpuesto en su día una demanda a tan nefasto personaje, por haber podido provocar algo mucho más serio que una simple broma.