Imagino que como la mayoría que hemos tenido que llevar a cabo una operación pañal, yo ya había oído hablar de que algunos niños sienten pánico a hacer caca en otro sitio que no sea el de siempre y que esto les provocaba a veces estreñimiento, lo cual retroalimentaba la situación y la complicaba bastante. No había profundizado más. Por estreñimiento yo entendía más días sin hacer caca y heces más duras, algo que tampoco me preocupaba en exceso puesto que mi hijo ya de por si es un niño que rara vez ha ido al baño todos los días pero sí hacía heces normales.
No me había planteado que cuando se refieren a estreñimiento en estos casos, muchas veces se está hablando de retener las heces. Que suena a poca cosa pero de risa nada. Un asunto muy serio y un auténtico drama para el que lo padece y para sus padres.
Como conté cuando iniciamos la operación pañal por segunda vez este verano (porque la primera fue un desastre), el pis lo controló totalmente desde el mismo momento en que le quitamos el pañal. La caca, sin embargo, no iba bien cuando escribí aquello en el mes de julio y no hizo sino ir a peor. Las primeras veces se la hacía encima o en el suelo. Claramente había una resistencia a hacerlo en el orinal o en el WC, desconocemos el motivo, pero tampoco quería volver al pañal a pesar de ofrecérselo en numerosas ocasiones. Así estuvimos dos semanas, con reticencias para hacer caca que terminaban casi siempre en un accidente.
Pasadas esas dos semanas de a veces sí a veces no a veces no llego a tiempo, llegó la retención de las heces. Esto se tradujo en que el niño estaba una media de tres días, a veces cuatro, sin ir al baño. El día que ya era irremediable que aquello saliera, el drama duraba unas cuatro horas, casi siempre desde después de comer (pongamos, desde las 14h) hasta fácilmente el final de la tarde (las 19h o las 20h). En este intervalo, pasábamos cuatro horas de sufrimiento, sin parar de llorar, en un continuo viaje de ida y vuelta al baño. Iba al baño, lloraba desconsoladamente, gritaba como un descosido, que no que no que no quiero, vamos al salón. Íbamos al salón, nada más llegar de nuevo a llorar porque estaba que no podía más pero tampoco quería hacerlo. De vuelta al baño. Otra vez lo mismo, vuelta al salón. A veces se le salía, literalmente, pero entonces el apretaba y de nuevo para dentro. Y así cuatro horas.
¿Cómo terminaba el drama? En un par de ocasiones, tras esas cuatro horas de sufrimiento, decidíamos ponerle un supositorio. Incluso el supositorio era capaz de retenerlo. Supositorio en el culete, piernas completamente abiertas en el WC y tardar 15 minutos en hacerlo.¡ Terrible!. En otras ocasiones, conseguía hacerlo en el WC o el orinal, lo que celebrábamos con más entusiasmo que los forofos del fútbol cuando su equipo gana algo importante y lo festejábamos con alguna chocolatina muy especial y pegando pegatinas, pero no servía de nada, porque a la siguiente vez que tenía ganas volvía a pasar lo mismo.
Tanto era el nivel de estrés y sufrimiento, que una vez conseguía aliviarse, se nos quedaba dormido en el sofá.
Del nivel de llanto y gritos ni hablamos: sufrimiento en grado máximo. Temblaba tanto que algunas tardes después de varias horas así no se tenía ni en pie en el cuarto de baño.
En una de las ocasiones observamos al limpiarle que tenía algo de sangre. Tal era la retención que al salir le debía raspar y llegó a tener alguna pequeña fisura. Mucha crema, explicarle que la cremita le iba a ayudar a que no le doliera el culete…
Ni qué decir tiene que visitamos a la pediatra, que le recetó Eupeptina, para que fuera más a menudo y más suave. Las veces que conseguí que se la tomara fue algo mejor, pero como se negaba a tomárselo y era imposible camuflárselo en nada, el remedio dejó de funcionar. Le cambié los yogures normales por los de bifidus, que algo parece que hacen.
Y así hemos pasado casi dos meses, todo julio y casi todo agosto. Entre medias de los episodios de retención de heces, que duraban unas dos semanas mínimo, había alguna ocasión en que iba sin problemas, pero fueron contadas las veces.
¿Cómo lo ha superado? Pues no sabría decir, igual que tampoco sé explicar por qué motivo empezó a retener.
Siguiendo los consejos de Valentina, de Creciendo Juntos con Arte, me lo llevaba de visita turística cada vez que me tocaba a mi. Sí, sí, por escatológico que suene, le enseñé al niño cómo lo hacía yo, dejándole ver todo el proceso en directo. Otra medida que llevamos a cabo fue asociar la caca con algo que a él le gustara mucho, en su caso, los volcanes. Le dije que las caquitas eran volcanes que al salir hacían “cabuuunnnnn” y que entonces se caían al mar. ¿Funcionó? Pues supongo que en parte sí, aunque realmente todo el proceso de superación ha sido algo que ha llevado a cabo él solito.
¿Podemos decir que está superado? Hace ya unas pocas semanas que no ha tenido ningún episodio de retención, a pesar de que en la última semana ha ido pocas veces y por lo tanto más duro y he tenido miedo de que volviéramos a lo mismo. Desde mi percepción, igual que el pis lo tiene ya muy integrado, la caca está aún en proceso. Es ahora, por ejemplo, cuando se está dando cuenta de que para hacer bien y quedar a gusto tiene que quedarse sentado hasta que termine y esperarse aunque sean cinco minutos, pues hasta estos últimos días apenas se sentaba unos segundos, por lo que muchas veces no conseguía hacer o hacía en varias veces.
Si vuestros hijos están pasando por lo mismo, ánimo porque es durísimo verles sufrir tanto sin poder ayudarles y mucho mucho amor porque no podemos hacer otra cosa por ellos más que acompañarles. Y esperanza, porque parecía que nunca iba a llegar el día en que lo superara, pero llegó.