Operación: “Salvar a la Infanta”

Publicado el 12 enero 2016 por Rgalmazan @RGAlmazan
Unas horitas ha estado Cristina de Borbón sentada en el banquillo de los imputados. Y afortunadamente ya no la veremos más el pelo en este macrojuicio.
Y es que los españoles no tenemos corazón. Poner en duda lo más granado de nuestro país –miembros de la institución de sangre azul con la que nos ha premiado el Señor— debería ser un delito.
¿Cómo puede haber alguien que piense que se puede juzgar a algún miembro de la Casa Real? Gente sin sentimientos, españoles sin corazón, mamarrachos que no creen en lo más grande, nuestra institución más excelente, la única que ha sobrevivido a la Democracia: la Monarquía.

Menos mal que ahí está la gente de bien para ayudar a pasar este mal trago. Hombres y mujeres que representan a las instituciones cuyo objetivo es defender lo público y nos han demostrado que lo más público que hay es una mujer que, por mor de un marido desviadillo, está pasando unos momentos difíciles. Todo sin haber hecho nada. Todo por amor.

Nunca se vio tanta unanimidad en querer salvar a alguien como ha ocurrido con nuestra queridísima Infanta. La Agencia Tributaria, el Fiscal Anticorrupción, la Abogada del Estado, con el apoyo, por supuesto, de nuestro queridísimo gobierno –siempre acostumbrado a ayudar judicialmente a los necesitados--, todos se han puesto de acuerdo para salvar a la Infanta, como debe ser, con un par.
Nunca se vio tamaña ayuda. La infanta ha batido un récord, ser la imputada con más defensores de la historia. A sus dos abogados hay que añadir, el fiscal anticorrupción, la abogada del Estado, los representantes de la Agencia Tributaria y (aunque no estuvieran físicamente presentes: Rajoy, su gobierno y su alter-ego periodista Marhuenda, la voz de su amo).
Al fin y al cabo ser propietaria de un 50% de una sociedad dedicada a cobrar por nada, o firmar –siempre por amor— papeles de importancia limitada, o no declarar a Hacienda decenas de miles de euros son cosas que le pueden pasar a cualquiera, y además, en el caso de la Infanta es diferente, para eso es la Infanta.
Ahora quieren venir con que la pobre Infanta sabía lo que firmaba, que tiene conocimientos de Economía. Y todo por sus estudios y porque trabajaba en la Caixa, y ¿quién dice que no le han regalado el título universitario por su alta estofa? ¿acaso no saben que su labor en la Caixa era controlar que todos supieran tararear el himno nacional y dar caché a esta empresa? Su imagen real no requería de su trabajo, sólo de su presencia, de vez en cuando.

Es lo que tiene el amor, que todo lo tapa. Dicen que es ciego y es verdad. Cristina nunca supuso que aquellas minucias que emprendió con su duque empalmado, que aquellos negocietes que la hicieron poseedora de un palacete en Pedralbes pudieran llevarla de un banco (la Caixa) a un banquillo de acusados.

Son muchos los que se atreven en dudar de la honestidad de la Infanta. Ella que se ha criado a nuestros pechos (al menos bajo nuestra tutela pecuniaria), que ha sido educada para ser decente, formal y cabal, en colegios de pago y en el extranjero, tuvo la mala suerte de encontrarse con un amor truhán, que le hizo equivocarse, que la engañó. Inocente y enamorada cayó en brazos de un deportista bribón y desalmado, que utilizó su nombre para objetivos espurios. Al fin y al cabo, ella, ignorante y engañada, pasaba –enamorada, eso sí— por allí.
Esperemos que este trance penoso e injusto para nuestra querida Infanta pase lo antes posible. Que para eso está la doctrina Botín, o lo que haga falta. El objetivo es muy claro: Salvar a la Infanta. Todo lo demás, qué más da.
…Y cuando la Infanta salió de la Sala, dicen que la oyeron susurrar:“A mí plin, y que viva Botín”. Y se alejó para siempre…
Salud y República (con perdón)