La fimosis en niños es una de las consultas más frecuentes en las unidades de urología pediátrica. Esta condición, que impide retraer el prepucio para dejar al descubierto el glande, suele resolverse espontáneamente en los primeros años de vida.
No obstante, cuando persiste o genera complicaciones, se plantea la duda sobre si es necesario recurrir a la cirugía. El Dr. Daniel Cabezalí, especialista en Cirugía y Urología Pediátrica, aclara cuándo conviene observar, aplicar tratamientos médicos o intervenir quirúrgicamente, atendiendo a criterios clínicos precisos y evitando decisiones apresuradas en casos de fimosis infantil.
Fimosis fisiológica y patológica: diferencias esenciales
En la mayoría de los recién nacidos, la piel que recubre el glande permanece adherida de forma natural. Esta forma de fimosis infantil, denominada fisiológica, es benigna y tiende a resolverse sin intervención médica conforme el niño crece. Se considera normal hasta los tres o cuatro años de edad, periodo durante el cual el prepucio se va haciendo progresivamente más elástico.
Por el contrario, la fimosis patológica se identifica cuando existen cicatrices, infecciones repetidas o un estrechamiento persistente que impide la retracción del prepucio, generando síntomas como dolor, dificultad para orinar o infecciones recurrentes. En estos casos, el Dr. Daniel Cabezalí señala que es fundamental un diagnóstico diferencial adecuado para evitar complicaciones a medio y largo plazo.
El diagnóstico clínico incluye la evaluación física y el historial de episodios inflamatorios, infecciones urinarias o molestias miccionales. En ausencia de complicaciones, la conducta más prudente suele ser la observación. Sin embargo, cuando se presentan signos de afectación funcional, es aconsejable valorar otras opciones terapéuticas.
Tratamientos disponibles: cuándo operar y cuándo no
El primer paso en el manejo de la fimosis patológica es el tratamiento conservador. Una de las opciones más efectivas son las cremas corticoides, aplicadas de forma tópica durante varias semanas. Estas formulaciones permiten ablandar el prepucio, facilitar su retracción progresiva y evitar, en muchos casos, la necesidad de cirugía.
Si este tratamiento no es eficaz o existen indicaciones médicas claras, se considera la intervención quirúrgica. Existen dos técnicas principales: la prepucioplastia, que amplía el anillo prepucial sin retirar completamente el prepucio, y la circuncisión, en la que se extirpa toda la piel que recubre el glande. Ambas son intervenciones seguras, con bajo riesgo de complicaciones y una recuperación generalmente rápida en el ámbito pediátrico.
El Dr. Daniel Cabezalí destaca la importancia de realizar la intervención en un entorno quirúrgico especializado, bajo anestesia adecuada y con seguimiento postoperatorio.
La fimosis en niños, cuando está correctamente evaluada, puede tratarse con éxito sin precipitación. La valoración individualizada y el acompañamiento por un especialista aseguran la mejor opción terapéutica para cada caso.