Sigo con mi semana Opeth y voy con el que ahora mismo creo que es mi disco favorito de los suecos… y quizá también el mejor. En “Ghost Reveries” se muestra en todo su esplendor el resultado de años de progreso, crecimiento y aprendizaje de la banda, plasmado en canciones ricas en matices y texturas, complejas en estructura, y gloriosas en sonido, en las que la variedad, sin que ello suponga en absoluto dispersión, es la nota dominante. A lo largo de sus ocho canciones, el disco guarda un equilibrio perfecto entre la vertiente extrema de la banda y una vertiente progresiva que ha ido ganando peso disco a disco hasta hacerse casi dominante, lo que se aprecia claramente en la incorporación de teclados y mellotrón como instrumentos protagonistas, así como en el tratamiento de las guitarras y, especialmente, en la rica gama de voces limpias que maneja Mikael Åkerfeldt, en las que supongo se nota su crecimiento y aprendizaje junto Steven Wilson a lo largo de los tres discos anteriores. En este sentido es llamativo el caso de temas como “Isolation Years” y “Hours Of Wealth”, en los que se nota que Mikael se gusta al cantar y nos lo quiere hacer notar (si bien en el anterior “Damnation” ya había dejado muestras claras de su talento). Y todo ello sin que sus death growls pierdan ni un ápice de pegada, por cierto, aunque su presencia en este trabajo sea menor que en ocasiones anteriores. El resultado de todo ello es un disco equilibrado y diverso en el que a la furia de canciones como “Ghost Of Perdition”, de la sección inicial de “The Baying Of The Hounds” o de la intermedia de “The Grand Conjuration”, se unen canciones y pasajes de exquisita belleza y delicadeza (los dos temas citados al principio, y secciones de casi todos los demás), y en el que conviven pasajes de tintes jazzísticos (la sección intermedia-final de “The Baying Of The Hounds”, cierto deje en “Hours Of Wealth”) , atmósferas de black metal, ritmos y ambientes que parecen traídos del medio oriente (chocante el riff inicial de “Beneath The Mire”, absolutamente hipnótica “Atonement”) y otros claramente progresivos y experimentales (especialmente el final de “Beneath The Mire” y toda “The Grand Conjuration”). Las canciones son en la mayoría de casos de gran duración (cuatro de ellas por encima de los diez minutos) y con estructuras complejas y cambiantes que no dejan de sorprendernos mientras buceamos entre los furiosos riffs de guitarra y la demoledora batería, y las diferentes y variadas atmósferas creadas por teclados, órgano, mellotrón, guitarras acústicas, percusiones varias y toda la gama de voces de Mikael Åkerfeldt. Por encima de todo, estamos hablando de grandes canciones, varias de ellas entre lo mejor del repertorio de Opeth, que hacen de “Ghost Reveries” un disco para disfrutar de principio a fin y al que, venciendo algunas reticencias, se puede acercar cualquier amante del rock progresivo sin ser necesariamente aficionado al metal extremo. Y si abría la entrada con “Isolation Years”, la canción más corta, melódica y cristalina del disco (además de una joya de triste e infinita melancolía), la cerraré ahora con “The Grand Conjuration”, sin duda la más progresiva del mismo (unid a esta dupla “Harlequin Forest”, a la que dediqué la anterior entrada, y tendréis una idea aproximada, aunque no completa, de la riqueza, variedad y calidad de este trabajo).