Queridísima Sara:
Qué a gusto se tiene que morir una cuando ha tenido una vida como la tuya, Sara. Cantante, actriz, sex-symbol, novia de un cubano, madre de Zeus, amiga de Charlton Heston, icono gay, pero sobre todo, estrella, ¡y diva! No se ha inventado nada todavía que no hubiera hecho Sara Montiel.
Cuánto admiramos hoy en día a Penélope Cruz por haber cruzado exitosamente el charco olvidándonos de que tú ya lo hiciste primero. Y con mucha más clase, si se me permite decirlo. Tuviste la suerte de vivir aquellos maravillosos años españoles en que los productores de cine mágicamente descubrían a la niña hermosa y analfabeta y le cambiaban la vida como si se tratase de un cuento de hadas. Ellos supieron reconocer tu belleza, ¿pero se esperarían tu talento?
Afortunadamente tu temprana fama en España no eclipsó tu ambición y quisiste ser más que una cara bonita del cine patrio y así empezó la leyenda, así nació Sarita Montiel. De España a México y de México a Hollywood, conociendo no solo a los actores y productores sino también a las personalidades más importantes del momento. Siendo, sin que casi se supiera, la estrella española más internacionalmente reconocida.
Lo que pasa que claro, como ahora cualquiera cruza el charco (me incluyo), y los de mi generación ya te hemos conocido en ese momento de tu vida al que denominaríamos barroco manchego, pues nos creemos que Sara Motiel vale más como objeto de mofa que como artista a la que tener en cuenta.
Seguro que son muchos los que aún se siguen riendo de todo lo que has hecho. ¿Y qué es lo que has hecho? Lo mejor que se puede hacer, en mi opinión: si por algo he admirado yo a Sara Montiel es porque siempre ha hecho lo que le ha dado la gana cuando le ha dado la gana, sin preocuparse de los comentarios que eso podría generar, es más, incluso aprovechándose de esos comentarios para conseguir así haber podido seguir trabajando y disfrutando de tu trabajo prácticamente hasta el día de tu muerte. Ojalá me toque lo mismo a mí.
Se fue la mujer pero nos queda el mito. Nos quedan tu larga lista de películas, tu discografía, tus momentos televisivos y todas las anécdotas que difícilmente se borrarán de nuestra memoria colectiva. Qué envidia sana, Sara, por la vida que viviste, que fuiste hasta musa de poetas y de nuevos cineastas, pero, al fin y al cabo, qué alegría también por haberte conocido. Dile a Jesucristo, le dices que vas de mi parte, que te monte en el cielo un rinconcito en el que se puedan fumar habanos.
@perradesatan