Sin embargo, en el caso de Los 4 Fantásticos, un buen final (no excelente, no brillante; solo bueno) podría al menos haber salvado la película. Por desgracia, la última parte de la película es, con diferencia, la peor. Iba a dar mi opinión intentando no soltar demasiados spoilers, pero ya aviso de que voy a contar bastante de la historia. Si seguís leyendo, luego no os sorprendáis.
La historia comienza con un pequeño y empollón Reed Richards, planteándose crear un aparato que permita teletransportar la materia. De una forma un tanto extraña, termina haciéndose amigo inseparable de Ben Grimm. El caso es que el principio recuerda un poco a Exploradores, lo que hace cierta gracia, aunque el parecido con esa película termina tras los primeros minutos, porque de golpe y porrazo pasan siete años.
En el segundo tercio, nuestros alegres compañeros cruzan la puerta estelar... Digooo, no; usan el transportador para viajar a una extraña dimensión y, una vez allí, se dedican a hacer el gamba hasta que, claro, la cosa se lía y escapan por los pelos. Menos el pobre Victor, que parece que muere allí. Sí, ya sabemos que no muere. Resulta un poco molesto cuando te intentan hacer creer que alguien muere y tú sabes de sobra que no puede morir, porque es el malo principal de los cuatro fantásticos.
De todas formas, es una pena que no muera. Pero eso ya lo cuento en el último tercio de la película.
A lo que estamos: tras el regreso, los cuatro adquieren poderes que recuerdan al origen de los metahumanos en Flash. Vamos, que según lo que les ha pasado, así es el poder que tienen. Venga, vale, es una explicación. Por supuesto, el gobierno los captura y los usa como armas bélicas, aunque Reed logra escapar.
Pasa un año y vemos que todos han aprendido a usar sus poderes haciendo cosas chulas. Papá Storm, al que no se le había ocurrido hacer una copia de la investigación, es incapaz de volver a crear la máquina, así que persiguen a Reed para que les ayude. Y claro, en diez minutos (o menos), el listillo de Reed resuelve el problema que había. No se sabe si esta vez habrán hecho copia de seguridad de los datos.
Y llegamos, por fin, al lamentable y vergonzoso último tercio de la película.
Porque el resto de la película podía salvarse. En serio que lo creo. Pero a partir de aquí ya es caída libre.
Tras usar la máquina, rescatan a Victor, que llevaba un año por ahí dando vueltas. Cuando lo traen a la Tierra, en un inesperado movimiento, descubrimos que Victor von Doom es malo (¡oh, sorpresa!) y que puede reventar gente con solo pensarlo. Conste que alguno se lo merecía, pero en su camino desde la sala en la que está hasta el laboratorio (quién sabe por qué dejó que le llevaran hasta ahí) se carga a todo el que se le cruza por delante. Es malo y está loco, no se necesitan más razones.
Ya en el laboratorio, cuando está a punto de irse de nuevo a la dimensión esa donde estaba, papá Storm, que no debe de haberse enterado de que ha reventado a doscientas personas en los últimos cinco minutos, le dice que no, que se quede. Y el caso es que Victor planea algo muy chungo, pero eso no se sabe todavía, así que no hay motivo para impedir que se marche. Al contrario.
Mi conclusión es que el concepto que intentó desarrollarse no era malo, pero la realización ha sido pésima, desafortunada y, como he dicho, vergonzosa. Es una pena que la primera familia de Marvel no sea capaz de tener una versión cinematográfica que se acerque a la calidad que merece.