David es un chico de dieciséis años inteligente y apasionado de la música. Pero tiene una vida muy agitada: su padre está ingresado en una clínica, su medio hermana Zoe vive en Berlín y él tiene que lidiar con una depresión que le hace insoportable su propia existencia.Durante un día entero, el encuentro con un hombre a quien califican de loco, que cree tener un ewok en el jardín, le llevará por caminos inesperados.
Un ewok en el jardín ha sido la novela ganadora del Premio Edebé de literatura juvenil de este año.
La novela recoge menos de veinticuatro horas de la vida de David, un adolescente de dieciséis años al que le apasiona la música. Veinticuatro horas no es ni un día. Qué insignificante parece ¿no? Apenas un día de todos esos que componen la vida. Pero resulta que cada día cuenta y que en un solo día las cosas pueden cambiar de un modo radical.
En la primera parte del libro leemos una serie de correos electrónicos enviados a David por Zoe, su medio hermana, que vive en el extranjero. Aunque no tenemos acceso a las respuestas, a través de los mensajes de Zoe y la creciente preocupación que plasma en ellos, podemos empezar a intuir lo que le está pasando a David. Sin embargo, no es hasta que acabamos de leer, cuando tenemos disponibles todas las piezas para encajar el puzle completo.
Durante la segunda parte del libro se entremezclan dos tipos de textos. Por un lado, asistimos a un recorrido cronológico de lo que ocurrió aquel día tan decisivo en la vida de David y a la carambola de sucesos que llevó a que se topase con Juan, al que todo el pueblo conoce como "el loco", y descubriese que en el sitio menos esperado se puede encontrar a alguien dispuesto a ayudar, a escuchar, a acompañar o a dar un abrazo en el momento más necesario.
Al mismo tiempo, escuchamos lo que está pasando dentro de la cabeza de David: recuerdos antiguos y reciente, pensamientos intrusivos, cambios en su estado de ánimo e incluso algunos instantes de lucidez.
El estilo en el que está narrada la novela es muy peculiar: directo, crudo y plagado de esa franqueza del que cree que ya da igual, porque está todo perdido. Sin florituras, sin palabras que rellenen el espacio. Pedro Ramos le cede su pluma a David, el protagonista, para que vuelque sobre el papel todo aquello que pasa por su mente durante las horas que abarca el libro, sin adornos y sin cesura. La escritura resulta tan franca que, en todo momento, como lectora, pude sentir la angustia, la tensión, la rabia y la desesperanza que emanaban de los pensamientos de David.
Es muy triste decir que este tipo de novelas son tremendamente necesarias. ¡Ojalá no lo fueran!
Un ewok en el jardín es una novela juvenil valiente que aborda el tema de la depresión y el suicidio de un modo directo y claro, que muestra el boicot al que puede llegar a someternos nuestra propia mente hasta conducirnos al peor de los desenlaces, pero que también deja abierta la puerta a la esperanza de encontrar una mano amiga dispuesta a ayudar a salir de esa oscuridad tan profunda.
No hay duda de que este tipo de novelas son necesarias, porque guardar silencio acerca del tema solo consigue convertirlo en tabú y quizá leer sobre ello puede servir para que alguien se decida a contar en voz alta lo que le está pasando o para que comience a escribir esa lista de razones por las que merece la pena seguir viviendo.