Glee no es lo que era. Es un hecho que no se puede negar. Ni tiene la relevancia crítica que pudo tener en su primera y segunda, ni pública. Antes todo el mundo hablaba de lo que ocurría en el McKinley, ahora somos cuatro los que aguantamos viendo la serie. ¿La clave? Hemos abrazado el cambio que ha hecho la serie, no sólo en tramas argumentales, habiendo superado la graduación de gran parte de su reparto, sino en su tono. Si antes Glee era, principalmente, una comedia musical, que abogaba por la aceptación de los distintos, con un toque de humor ácido e incorrecto, ahora es una serie ciclotímica, que combina drama serio con momentos de reirse de si mismos, y tramas delirantes y carentes de sentido. Y aquí, un servidor, ha sabido abrazar ese cambio. No se lo que dirá de mi… supongo que me gusta ser entretenido.
Y no he notado este cambio de verdad, hasta que me puse a ver los episodios emitidos este 2013 de seguido. Sin parar. Y empecé a darme cuenta de las tramas que nos estaban ofreciendo. Parejas imposibles, personajes llevados al extremo del patetismo (Tina, Finn, Will, Sam…), suplantaciones de identidad, prostitutos, embarazos, y para rematar, un tiroteo en el instituto. Y por supuesto, con canciones entre medias, como siempre. Yo creo que como vieron que los nuevos personajes que han introducido no funcionaban del modo que funcionaron los primeros, y que la doble trama intercalada de instituto y Nueva York, tampoco acababa de funcionar, seguramente Ryan Murphy, creador de la serie y dios del infierno en su tiempo libre, dijo: “Vamos a dejarnos llevar, lo que se os ocurra, hacedlo, no os cortéis”.
Pero no me entendáis mal. Todo esto me gusta, y mucho. De hecho, creo que es el único modo en el que podían (y saben) salvar que la serie se convirtiera en un sopor repetitivo. Ahora mismo, la serie es como Hulk , sólo cuando se desata de un modo absoluto, puede tener efecto en los demás. Incluso creo que es lo más cercano que hay en televisión al cine de Almodovar. Excesivo, con unos personajes extremos, una mezcla de comedia ácida y autoconsciente y dramones retorcidos y recargados, que de un modo extraño, funciona.