[OPINIÓN] Te quiero, te odio: ¿por qué The Newsroom nos tiene divididos?
Marina Montes 10 septiembre, 2013 0
Hace unos días un tweet de Jeff Daniels hizo que los fans de The Newsroom saltásemos de alegría. Aunque era algo casi previsible, la confirmación nos alegró el día: tendríamos una tercera temporada. La audiencia está siendo benevolente y cada semana unos 2 millones de espectadores se congregan en torno a la pequeña pantalla para seguir las últimas noticias de la mano del equipo de News Night 2.0. Y aunque la audiencia sigue ahí, al pie del cañón, lo cierto es que las críticas no son tan buenas. ¿Qué tiene esta serie, que parece Almodóvar, amada y odiada a partes iguales?
It’s official. #Newsroom coming back for a Season 3.
— Jeff Daniels (@Jeff_Daniels) September 4, 2013
Así se hace el periodismo
Una de las cosas que más me gusta de la serie es que ese es el periodismo que todos soñábamos antes y durante la carrera. Un periodismo al servicio del ciudadano, que quiere contar la verdad, que investiga hasta el final y que no se doblega ante los intereses políticos y económicos. Y después de ver los medios de comunicación actuales -españoles o extranjeros-, este periodismo casi rebelde es como un soplo de aire fresco. Aaron Sorkin ha sabido jugar con una actualidad casi inmediata y contarnos las noticias como deberían haberse contado. Lástima que sólo sea ficción. Este punto de vista, que tanto nos ha gustado a algunos espectadores, es lo que critican otros: que es periodismo “de mentira”.
Es cierto que es muy fácil hacer periodismo echando la vista hacia atrás, los errores que se cometen en prensa se corrigen y quedan noticias perfectas. Es lo que vemos en los capítulos de The Newsroom: toman hechos reales que han impresionado a Estados Unidos y las tratan con seriedad, sin frivolidad y respetando siempre la regla de la doble confirmación. El capítulo sobre el atentado a la congresista Gabrielle Giffords fue todo un ejemplo de cómo hay que hacer las cosas sin dar crédito a rumores o informaciones confusas.
Otro aspecto que me encanta de The Newsroom es su actualidad. No es la primera serie que vemos sobre periodismo, las hay a patadas. Pero sí es la primera serie en la que vemos noticias de verdad y de hace relativamente poco tiempo. Son noticias que todos hemos vivido, que incluso podemos decir “ese día yo estaba haciendo…”. La captura de Ben Laden, el vertido en el Golfo de México o la crisis de Fukushima, ¿quién no lo recuerda? Las hemos vivido y hemos visto cómo los medios nos lo han contado -cómo nos lo siguen contando- y en The Newsroom vemos un nuevo punto de vista. ¿Demasiado idealista? ¿Demasiado perfeccionista? Seguro. Pero es como nos hubiera gustado que nos lo contasen.
Comedia romántica y propaganda pro-estadounidense
Sin embargo, The Newsroom también está llena de sombras. A los que nos gusta la serie no nos molestan mucho, pero es cierto que están ahí. Por ejemplo, sus personajes: al contrario que en otras series, todos los personajes son planos en su discurso. Todos hablan igual. No tienen un punto de vista marcado, una manera de pensar o un punto de vista que, al hablar, te hagan pensar “esa es MacKenzie, ese es Jim, esa es Sloan“. Todos ellos mantienen el discurso sorkiniano muy reconocible, pero homogéneo en todos ellos. Les falta algo de profundidad que nos haga terminar de empatizar con ellos. Tal vez MacKenzie sea la única que destaca en este aspecto, precisamente por su carácter casi neurótico. Y aunque en la segunda temporada nos cuentan más cosas sobre su vida privada, y nos meten en triángulos y cuadrados amorosos, todavía nos falta algo para terminar de empatizar con ellos. Es cierto que han sabido perfilarlos un poco más y hacer que nuestros sentimientos hacia ellos cambien: el caso más claro es el de Don, pero no termina de llenar del todo.
Y el punto más criticado. Por mucho que queramos ver un periodismo libre que la política no puede comprar, The Newsroom no deja de ser propaganda pro-estadounidense. No hay más que ver el capítulo siete de la segunda temporada sobre la captura de Ben Laden. Ese momento en el que Don, en el avión, informa al piloto -la máxima autoridad al mando- de que el enemigo número uno de Estados Unidos ha sido capturado. Reconozco que ese momento de patriotismo pudo conmigo. Algo parecido estamos viendo en esta temporada. Al final del capítulo seis, cuando descubrimos la traición sobre el gas sarín el espectador saca una conclusión: “Estados Unidos no podía hacer eso“. Queda por ver el final de la temporada, tal vez nos equivoquemos en esa conclusión.
Sea como sea, lo cierto es que aquí estamos, esperando el último capítulo de esta temporada. Unos para criticar, otros para deleitarnos con la última de esas clases magistrales de periodismo hasta la próxima temporada. El señor Sorkin sabe cómo enganchar hasta a los que no disfrutan con sus series. ¿Y tú eres de los seguidores o detractores?
[pinit]