No me queda más que el recuerdo de aquel sueñorevoloteando sobre las lomas lejanas; el que bajo mi almohada susurraba trovas altas como mester de ilusionista ciego el que se llevara el viento
a las montañas magas...
No me queda, y trenzo y destrenzo incansable mis trenzas, pienso y despienso tus quejas.
No me queda,
y en el silencio de los menesteres, monótonos dictadores y salvajes, imagino perfectos pentagramas ocupados por blancas hadas que sentadas canturrean sobre los tendederos de tus manos.Pasado el tiempo,
la soledad me visita para hilar sus sonetos cojos sobre mis oídos salvajes, y las nubes que sobre la luna se pasean, me recuerdan que ya no tienen nada más que recordarme.Nada me queda, más que el recuerdo de tu olvido suspendido sobre el aliento amargo y tupidode un suspiro o de una queja.Aun así sé que tu recuerdo me abraza
al amanecer y al caer la noche sobre las tejas,sé que mi memoria es terca y que no me deja
si ni el olvido ni el opio la amenaza.