Howard Lebowitz @ Flickr.com (CC BY-SA 2.0)
Yo últimamente me veo como que más guapo. También más alto. Y si me apuran hasta más listo. Pero no soy el único.
Mi vecino, un viudo ajado que supura tristeza, me acaba de saludar barbilla en ristre. Recién afeitado y paseando un perro que hasta ayer no tenía. El cartero ha llamado a la puerta para entregarme la correspondencia en mano (y no por debajo de la puerta, como tenía por costumbre). La de la panadería me ha devuelto el cambio con una sonrisa, aunque sólo llevaba encima un billete de veinte euros. Y la doctora me ha dicho que pronto me pondré bueno, a pesar de que hace poco me estaba desahuciando.
Si no fuera porque me consta que últimamente andamos sobrados de optimismo y que la confianza empresarial está que lo peta, pensaría que vivo en el Show de Truman. Eso o que nos hemos vuelto todos gilipollas.