Optimismo pedagógico

Por Bcmt
  La revista Scherzo publicó el año pasado unas reflexiones mías sobre Jovellanos relativas al impacto de sus textos pedagógicos en la enseñanza musical española del siglo XIX. Un año después, sigo igual de impresionada al releer la Memoria sobre educación públicaredactada en Valldemosa en 1802.   En este ensayo, Jovellanos considera los distintos niveles educativos y plantea la educación dentro de un marco económico, social y cultural. Todas sus reflexiones parecen decirnos de miles de maneras, más argumentadas y cultas las unas que las otras, que «la ignorancia es osada» y la madre de todos los males y, por eso, se pregunta: «¿No es la ignorancia el más fecundo origen del vicio, el más cierto principio de la corrupción?».   El pensador asturiano proponía avances a todos los niveles, desde la instrucción primaria a la universitaria, progresos que hoy nos parecen evidentes y a los que no dedicamos ni un segundo de atención, por ejemplo, utilizar la lengua castellana en la docencia universitaria en vez de la latina, sin por ello suprimir el estudio de esta lengua ni del griego. O que en vez de establecer seminarios para los nobles que podían educarse privadamente en casa se concentrara el esfuerzo en crear instituciones para las clases sociales que no podían pagarse la instrucción.   Los especialistas de Historia de la educación utilizan un calificativo para el pensamiento de Jovellanos que me fascina: «optimismo pedagógico». Es una definición afortunada para una ideología realista y práctica, cruda en las descripciones, pero siempre esperanzada. Lo más sorprendente es que, cuando escribió esta memoria, “había sido víctima de una trama injusta que llegó a privarle de libertad” (la expresión me gusta, me parece actual y es del catedrático Olegario Negrín Fajardo, editor del asturiano). Valldemosa no fue un destino voluntario, como para George Sand y Chopin, sino el lugar de su destierro.   ¿Qué motiva a un hombre privado de libertad, y tan injustamente marginado, a seguir escribiendo, comunicando sus ideas sobre la renovación del sistema educativo y dirigiéndose a las autoridades con una mezcla irresistible de ingenuidad y fe?   Una fortaleza psicológica inquebrantable, anclada en la firmeza de sus convicciones, porque, al fin y al cabo, para Jovellanos «la virtud y el valor deben contarse entre los elementos de la prosperidad social».   Mi primer contacto con Jovellanos buscaba reforzar mis conocimientos sobre el background de la fundación del Real Conservatorio de Madrid. Hoy lo estudio con el fin de encontrar entre sus líneas las armas para confundir a la ignorancia.