Vaya, menudo título. No he podido evitarlo. Es que ahora mismo eso de mostrarme optimista y sonreír, aunque yo sea de las que sonríe siempre y mucho, pues no me apetece. Me apetece estar enfurruñada. Me apetece sacar la katana y desmembrar enemigos cual Kill Bill enfurecida. Me apetece pillar a más de un@ de la pechera y decirle lo enfadadídima que estoy, sobre todo cuando tienen la poca vergüenza de apuntarse a “la semana del optimismo” sobre la economía española. ¿Están de broma? No puedo evitarlo. Tengo un mosqueo creciente. Necesito vacaciones o meditación o yo qué sé qué, pero algo necesito. Sin embargo hay algo que deben saber: prefiero estar enfadada a estar triste. Porque la tristeza, al igual que el miedo, nos inmoviliza. Después del profundo enojo (que me está durando lo más grande, ahora que reviso los posts publicados desde 2010) espero que llegue de una puñetera vez la reflexión. Que tenemos que vivir con menos y peor… ¡Hostias, menudo cabreo me entra solo de pensarlo! Como para sonreír, oigan… No. De sonrisa nada. Lo que quiero es mandarlos a todos a la mierda. Miren, mejor les dejo con este señor camionero, que habla por mí, y lo dice clarito. Yo voy a ver si me intento relajar un poco.