Opuestos

Publicado el 10 septiembre 2010 por Kaplan
Una de las conferencias más interesantes a las que acudí en la pasada Semana Negra de Gijón trataba de las diferencias entre la ciencia ficción y la fantasía como géneros literarios. Juan Miguel Aguilera, Elia Barceló, Susana Vallejo y Sergi Viciana departieron sobre los porqués de la actual situación de ambos géneros, de la diferencia de ventas entre los libros de uno y otro y su posible éxito o fracaso. Fue muy interesante. Aguilera, como correspondía, se mostró como un aguerrido defensor de la ciencia ficción, y dejó una pregunta en el aire que no fue respondida. Vino a decir que, mientras que la ciencia ficción es pródiga en cuanto a la importancia y profundidad de los dilemas morales y sociales a tratar, la fantasía es un simple ejercicio de escapismo. Pidió con sana vehemencia que alguien le citara algún título importante de fantasía (que no fuera El señor de los anillos, la proverbial excepción) que tratara los grandes temas humanos y sociales de forma profunda. Sospechosamente, su requerimiento no fue satisfecho, ni desde la propia mesa ni desde el graderío.
¿Tiene razón Aguilera? Sé que no debería, porque innúmeras veces he confesado mis prejuicios contra la literatura de fantasía, pero me van a permitir que les dé mi opinión, que no es sino esta: aunque parten del mismo tronco, el género de fantasía y el de ciencia ficción no son sólo distintos, sino más bien contrapuestos. Como definición valdría decir que la cf se encarga de, permítanme una vez más la licencia, "fantasear" con las posibles aplicaciones e implicaciones de la ciencia, utilizandola a veces en la trama, a veces en el escenario, o incluso en ambos. En base a esto, cualquier mente despierta podría colegir que la cf es, entonces, una forma o rama de la fantasía, pero no debemos dejarnos engañar por apariencias nominales. Si hacemos caso al Diccionario de la Real Academia, fantasear es, entre otras cosas, dejar correr la imaginación, e incluso imaginar algo fantástico. Y si buscamos los significados de fantástico, veremos que en su primera acepción la palabra denomina a todo aquello que es quimérico, que no tiene realidad y que, de nuevo, consiste sólo en la imaginación. Exacto, la imaginación.
Refiriéndome a las intenciones de la cf, he empleado la palabra "fantasear", sí, y sin embargo existe un elemento que opone la fantasía científica o cientifista al género de la fantasía: la búsqueda de la verosimilitud. Fantasear, pero siguiendo ciertas normas coherentes con la realidad. Ese es el punto principal en el cual ambos géneros se separan hasta convertirse en realidades distintas. Ambas son ficciones, fantasías, productos derivados de la imaginación, pero, mientras que la fantasía no conoce límites -porque no le importan en absoluto- la cf juega a estirar la realidad tratando de no salirse de ella. La cf es la imaginación aplicada a la razón. Trata de distorsionar el hecho científico, de sacarle todo el jugo, pero sin romperlo. En la fantasía todo vale; en la cf, no.
Un brujo puede trasladarse en el tiempo con un simple conjuro; un científico necesitará de una máquina del tiempo, basada en principios científicos, para hacerlo. La magia no existe; la tecnología sí. Es ese elemento realista dentro de la ficción lo que marca definitivamente el género de cf, lo que atrapa por las tripas a sus lectores. Pero, ¿se trata simplemente de la diferencia entre "podría ocurrir" y "no podría suceder"? Si miramos algunas de las obras clásicas de la cf nos veremos impelidos a afirmar que la respuesta a esa pregunta es "no". Por ejemplo, muchas de las fechas aparecidas en esas obras ya quedaron atrás, y sin embargo siguen siendo válidas. Bueno, a nadie se le escapa que tanto cuando leemos un libro escrito en el pasado como cuando vemos una película de hace décadas, el punto de vista del lector-espectador cambia y se amolda a la situación, porque por muy poderosa que sea la obra, siempre sabemos que en el fondo estamos haciendo un ejercicio de abstracción, y que como juego que es, hemos de jugarlo según las normas. La mente hace la identificación posible. Es lo que se llama pacto de ficción, ese acuerdo que ha de buscar toda narración para ser creíble.
Pero vayamos concretando. La fantasía y la ciencia ficción imaginan una realidad que hoy día no existe, pero los puntos de partida sobre los que aplican esa imaginación, de los que proceden cada uno, son opuestos. Es crucial entender correctamente este punto, porque, si bien los dos géneros siguen muchas veces los mismos caminos para explotar sus ficciones, y cierto tipo de space opera puede ser estéticamente indistinguible de una fantasía medieval, uno e ellos procura estirar la realidad y el otro romperla. Es decir, la cf busca incorporar la realidad a su corpus; la fantasía, no. Y he aquí el punto crítico. Mientras que la fantasía no se somete a la realidad, la cf elige la realidad como juez y parte del pacto de ficción, es decir, le da el papel más importante. En la cf, la realidad marca los límites de lo posible, provocando los mil y un trucos para eludirla sin quebranto que conforman sus narraciones. El género de fantasía se refocila en esa ruptura de la realidad. Fantasía heróica, fantasía medieval, fantasía feérica; hadas, dragones, hechiceros, magia... En sus distintos subgéneros se muestran mil y una faltas de coherencia con lo que en este mundo tenemos asumido como real. La fantasía vive en lo no probado, en lo inexistente, en aquello cuya base es la creencia. ¿Ven a dónde voy? ¿Sí? La diferencia entre la fantasía y la cf procede del mismo sitio que la existente entre la religión y la ciencia. Y por tanto, como aquellas, no pueden ser más distintas.
Para acabar, hay otra cuestión importante. Ese afán por la verosimilitud, por la plausibilidad, convierte a la cf, además, en un medio especulativo de primer orden. Es uno de los grandes valores del género. Además de entretener, es capaz, por su propia idiosincrasia, de ofrecer posibles respuestas a lo que nos espera a todos en el futuro. E incluso a lo que estamos viviendo en el presente. Dado que el escritor respeta la realidad, muchas veces su obra acaba siendo una alegoría de nuestro momento actual, no una fantasía ajena a nuestro mundo. La cf divierte de forma inteligente. Sin ánimo peyorativo alguno, afirmo que si la fantasía, con su nulo respeto hacia la realidad, se muestra más propia del escapismo de la infancia, la cf, por el contrario, intenta encontrar la maravilla dentro de lo establecido, de encontrar los elementos fantásticos que conforman la esencia de la realidad misma. El gusto por una u otra responderá en parte a la capacidad que cada uno tenga de conectar con su parte infantil. O de escapar de ella.