Oración para pedir la fe (Pablo VI)

Por Joseantoniobenito

Benedicto XVI en PORTA FIDEI recuerda que el inolvidable Papa Montini, Pablo VI, convocó un año de la fe para el que compuso esta bella y sentida Oración para pedir la fe (Pablo VI)

Yo creo, Señor; yo quiero creer en ti.

Señor, haz que mi fe sea plena,

sin reservas,

y que penetre mi pensamiento

y mi manera de juzgar las cosas divinas y las cosas humanas.

Señor, haz que mi fe sea libre,

que tenga el concurso personal de mi adhesión,

que acepte las renuncias y los deberes que comporta

y que sea fina expresión del estilo de mi personalidad;

yo creo en ti, Señor.

Señor, que mi fe sea cierta,

cierta por una coherencia entre las pruebas exteriores y los testimonios interiores del Espíritu Santo.

Cierta por su luz que asegure,

por sus conclusiones que tranquilicen,

por su asimilación que descanse.

Señor, haz que mi fe sea fuerte,

que no se asuste ante la contradicción de los problemas que llenan la experiencia de nuestra vida, ávida de luz;

que no tema la oposición de quienes la discuten, la impugnan, la rechazan, la niegan, sino que se robustezca en la prueba íntima de tu Verdad, se entrene en el roce de la crítica, se corrobore en la afirmación continua y remonte las dificultades dialécticas y espirituales, en medio de las cuales discurre nuestra existencia temporal.

Señor, haz que mi fe sea alegre,

que dé paz y sosiego a mi espíritu

y que lo disponga a la oración con Dios

y a la conversación con los hombres,

para que irradie en estas relaciones sagrada y profana la felicidad interior de tu presencia.

Señor, haz que mi fe sea activa

y que ella dé a la caridad un motivo de su expansión moral

de modo que ella constituya una verdadera amistad contigo,

y que en las obras, en el sufrimiento, en la espera de la revelación final, suponga una continua búsqueda de ti,

un testimonio continuado,

un alimento ininterrumpido de la esperanza.

Señor, haz que mi fe sea humilde

y que no tenga la presunción de fundarse sobre la experiencia

de mi pensamiento y de mi sentimiento,

sino que más bien se rinda al testimonio del Espíritu Santo

y que no tenga otra ni mejor garantía

que la docilidad de la tradición

y a la autoridad del magisterio de la Santa Iglesia.

Amén.