Si Ken Loach en los últimos 40 años ha sabido aportar al cine social un nuevo respiro, tampoco ha dudado en abandonar la actualidad para refugiarse en el pasado, con antiguas historias que le obsesionaban tanto como las injusticias del presente. Su hijo, Jim, ha combinado las dos facetas del oficio de su padre en su primer largometraje como director.
En 1986 una asistente social de la ciudad británica de Nottingham, Emily Watson en uno de sus mejores interpretaciones, celebra reuniones de huérfanos con el fin de ayudar a superar los traumas de estos adultos que no han conocido a sus familias biológicas. Tras la sesión una mujer la aborda en la calle para solicitar su ayuda. En los años 50, siendo aún una niña, la enviaron a Australia en un barco, junto a otros niños, y toda su vida ha querido descubrir quién era su madre y si vive todavía. La protagonista del film le confirma que es imposible que un huérfano británico sea enviado a otro país. Pero una serie de circunstancias la convencerán que no estaba en lo cierto.
Jim Loach comienza académicamente su primera película. Al principio se encarga de rodar un film correcto y añadir interés a la historia pero en la segunda parte, cuando la asistente social decide ir a Australia para intentar averiguar la verdad, la cámara parece liberarse y el director, mucho más a gusto con el tema y visiblemente emocionado con el retrato de esta odisea moderna, libra una película que acaba por convencer y conmover.
Emily Watson descubre que, desde finales del siglo XIX hasta 1970, los dos gobiernos, el británico y el australiano, habían establecido de mutuo acuerdo una deportación masiva de niños entre los dos países. En algunos casos, demasiados, las madres vivían aún y los servicios sociales, cuando querían recuperar a sus hijos, les informaban que estaban con otras familias británicas y que era mejor para ellos dejar las cosas así. Apoyado por las interpretaciones de excelentes actores, como Hugo Weaving o David Wenham, los testimonios de estas historias son impresionantes.
Basado en el libro de la protagonista de esta historia real, Margaret Humphreys, el director acaba su film con algunas de las escasas imágenes de archivo de la época y detalla los datos de esta escalofriante acción. No fueron unas decenas de casos sino 130.000 niños enviados a 15.000 km de su país con el visto bueno de su gobierno. Desde 1986, cuando gracias a la labor de Margaret Humphreys, se descubre la verdad, ambos gobiernos han tardado 23 años en reconocer los hechos. Pero ¿cómo compensar la infancia robada de 130.000 niños? Una película fascinante y un futuro prometedor para Jim Loach. La saga y el buen hacer familiar continua.