Ahora, y en la hora, que sé que un taco con mención especial a la madre vale poco menos que una estampa de correos, eso si no se hace uso del teléfono sin alambricos, el aleph de ceros y unos u otro invento del diablo tipo el teletexto; ahora que se dice a todos aquellos españoles que no votaron la constitución de 1978 y un puñado más que su país, antes patria, no es camisa blanca de la esperanza de nadie; que los oficios no se pierden sino que los conocedores de los mismos no tienen la ocasión de enseñárselos a los novatos con máster; que a río revuelto ganancia de los impresentables de siempre (y si alguien se siente ofendido le mando una carta y de paso le felicito las pascuas); que el sueño americano derivó en la pesadilla mundial; que un presidente desayuna mejor si está invitado por el gran hombre de su época y es aplaudido por un comedor que no habla su idioma y una veintena de sus políticos, sus empresarios, sus banqueros, sus periodistas y sus opositores -¿o es el presidente el esclavo deudor y no el amo propietario de todos ellos?, me asalta la duda- ; que veo como uno de los pocos hijos de la Gran Bretaña a quien admiré -faranduleros aparte, of course- envejece de repente frente a una cámara; que los parejas de guapa ella y guapo él tampoco funcionan: Angelina y Bratt hoy, como Ava y Frank ayer; ahora que sé todo esto no tengo ni idea de a quién quejarme, a que asociación, departamento, ONG, o comunidad dirigir mi curare. Ni a quién, ni cómo, ni, sea sincero, de qué y para qué, aunque sepa también que si la política es una vocación no debería ser remunerada con tanto extra y que vivir más años no creo que signifique un avance de nada para nadie. Tan perdido como un islandés en busca de la felicidad que envidiábamos ayer, las novelas de una haitiana apellidada Dantica antes de la huida y su “t”, o los protagonistas de un folletín televisado reunidos a cenar al Leonardo' style, tan errado estoy, que desconozco como comportarme, síntoma de la confusión, de mi estupidez o de la pocas ganas de asomarme al futuro.
Si no es porque mi agnóstico presidente –¿será masón?, me asalta otra duda- ha ido a rezar con la secta de la familia unida, una traición o tradición, allá él, presión de los secuaces conservadores de la memoria de un pastor escandinavo que se perdió por el deprimido oeste norteamericano, diría que soy el único que ha perdido el oremus. Bueno si no fuese por mi circunflejo presidente y la academia que limpia, fija y da esplendor y no recoge expresión tan extendida como necesaria.
Mientras los del culto hablar se deciden a mandar un nuevo tocho a la www, y ahora que los del listo mirar cuentan que hay agua en la Luna, a ver si se dan prisa en urbanizarla y parto a ver que tal todo por allí. Tampoco es que aquí haya mucho aire que respirar y peor no puede ser. Salvo que algún pocero o político inverecundo se ponga manos a la obra, por supuesto.
Edwidge Danticat