Orgullo

Publicado el 01 noviembre 2015 por Miguel García Vega @in_albis68

El 29 de junio de 1985 se celebra el día del Orgullo Gay en Londres. Tiempos duros, con la amanezca del SIDA brotando y marginando aún más a una comunidad que tenía muchas dificultades para mostrar no solo su orgullo sino su simple existencia a cara descubierta. No contaban con muchos apoyos por aquel tiempo, pocos querían ‘contaminarse’ con el estigma social.

Pero aquel día la manifestación la encabezaban las pancartas y la banda de un grupo de mineros galeses, en solidaridad con las demandas del colectivo de gays y lesbianas. Sorprendente. ¿Cómo unos grupos en apariencia tan dispares habían coincidido en una lucha común?

Yo me acabo de enterar gracias a una película que me pasó desapercibida de la cartelera y que acaba de estrenar la televisión: Pride (Matthew Warchus, 2014). Una comedia romántica en la que el amor es sustituido por la solidaridad, que es lo mismo pero en grupo. “La ternura de los pueblos”, como diría la poetisa nicaragüense Gioconda Belli. Una de esas películas que tan bien les salen a los ingleses, comedia con contenido social; como el alter ego optimista de Ken Loach. Se eliminan aristas y se dulcifica la realidad para hacerla más digerible. Si quieres realidad en estado puro no te pierdas “Dos días, una noche” (2014), maravillosa, pero Pride no está nada mal para pasar un domingo tarde con una sonrisa sin perder de vista el mundo en el que vives.

Y además aprendes, como me pasó con Made in Dagenham (2010). Porque Pride también recrea una historia real, la del Lesbians and Gays Support the Miners (LGSM), una organización fundada en Londres por Mark Ashton y Mike Jackson destinada a recaudar dinero para apoyar a los mineros en huelga. El grupo de Londres –sobre el que versa la película– fue el más importante, pero a su estela se crearon otros 10 por todo el país.

Mark Ashton

Lucha en las minas

Margaret Thatcher, esa heroína del barrio de Salamanca, había llegado al poder en 1979 dispuesta a redistribuir la riqueza, demasiado repartida para su gusto. El plan era desregularizar los mercados financieros, privatizar los bienes comunes y flexibilizar el mercado laboral. Para ello había que reducir el poder de los sindicatos, lo que era un medio y un fin al mismo tiempo. Sobre todo de la poderosa National Union of Mineworkers. La historia es bien conocida:, tras un año de huelga los mineros no pudieron aguantar más, Thatcher ganó, las minas acabaron cerradas y las zonas del país que vivían del carbón se convirtieron en tierra quemada del liberalismo thatcheriano, ese creador de bienestar.

Manifestación minera

Lo que yo no conocía es la historia real de la LGSM que narra la película, que empieza en el día del Orgullo Gay de 1984, donde una serie de activistas deciden mirar más allá de su propias reivindicaciones y recoger dinero para los mineros en lucha. El actor que interpreta a Mark Ashton, líder del grupo, se pregunta en voz alta “¿cómo es que últimamente no vemos policías acosando nuestros locales? Porque están peleando con los mineros, intentando reventar la huelga”. Porque, queridos niños, la represión ni se crea ni se destruye, se transforma. Desde tiempo inmemorial.

Eso lo ve claro Ashton, la lucha de uno de los grupos oprimidos ha de ser la de todos los demás, por encima de posibles dificultades. Y el LSGM las tuvo, muchas. De entrada no servía dar dinero al sindicato de mineros por dos razones: porque los fondos estaban confiscados por la señora Thatcher y por la propia homofobia del sindicato minero. Para vencer esto, Ashton y su grupo decidieron ir directamente a las comunidades mineras, contactar con esos pequeños pueblos galeses –que recibían menos atención mediática que otras zonas, olvidados entre los olvidados– para ofrecer su ayuda y presentarse tal y como eran.

Dai Donovan

Uno de esos líderes mineros, Dai Donovan, rechaza el prejuicio y acepta la ayuda. Todos están en el mismo barco. El primer choque entre dos mundos tan dispares es inevitable, la homofobia está muy arraigada en esas comunidades mineras, de las que muchos gays habían tenido que huir  a causa del acoso por su condición sexual. Pero poco a poco van conociéndose personalmente, y eso es una medicina muy fuerte contra la intolerancia. Ven que comparten una lucha y un enemigo muy poderoso. Thatcher tiene todo el poder, incluido el de la prensa. “Mira lo que dice la prensa de esos pervertidos”, le dice una mujer del pueblo, profundamente religiosa, a uno de los miembros del comité de huelga. “Si es mentira casi todo lo que dicen sobre nosotros, ¿por qué voy a creer lo que dicen sobre esos chicos?”, le responde el minero.

Pits and perverts

La misma prensa al servicio de Thatcher que acusaba de “terroristas” a los mineros acabó por dar un espaldarazo al LSGM de Ashton. The Sun tituló “Los pervertidos apoyan a los mineros”. Viva la prensa libre. Ashton, al más puro estilo oriental, aprovechó el golpe del adversario para dar más fuerza a su reivindicación. Se apropió de la frase, que sirvió como eslogan, “Pits and perverts”, para su campaña. Consiguió organizar un concierto de apoyo en el  Electric Ballrrom de Camden, con Bronski Beat como grupo estrella. Fue un éxito total, se recaudaron más de 5.000 libras de la época, unos 28.000 euros actuales. Pero se consiguió más que eso, se selló un pacto de solidaridad. Ya nada volvió a ser lo mismo. Dai Donovan habló en aquel concierto y dijo que los mineros no olvidarían la solidaridad mostrada por el LSGM.

Por eso al año siguiente, 1985, derrotados en su lucha pero orgullosos, mineros galeses encabezan con sus estandartes la marcha del Orgullo Gay en Londres. Por eso ese mismo año, pese a las reticencias de parte de su ejecutiva, el congreso del Partido Laborista se compromete a llevar en su programa la defensa de los derechos de la comunidad LGTB. La propuesta había sido desestimada en anteriores ocasiones, pero esta vez el apoyo en bloque del sindicato de mineros logró que se aprobara.

Ese fue el gran triunfo de Mark Ashton. La película pasa de puntillas sobre el hecho, pero Ashton era miembro del partido comunista británico. Aunque muchas veces la práctica de los partidos comunistas respecto a lucha de los gays o del feminismo no ha sido ejemplar, a Ashton le definía su ideología, por eso veía las diferentes injusticias como una sola causa. Había que superar las diferencias y remar a la vez. En ese sentido, la película también tiene un momento para contar la lucha feminista de Siân James, la primera mujer elegida diputada por Swansea Este que llega al parlamento británico.

Grupo de mujeres de apoyo a los mineros. Rossington, junio de 1984

Dos años después de aquella manifestación del Orgullo, en enero de1987, Ashton moría a causa del SIDA, con solo 27 años. En un impresionante funeral en Lambeth ondearon banderas arcoiris, rojas y pendones sindicales. El activista que luchaba por la unidad de los desheredados conseguía el respeto unánime, aún hoy día su nombre es honrado en los valles mineros del sur de Gales. Un ejemplo a seguir.

Por razones que serían largas de explicar aquí, la derecha lo tiene más fácil, con una Thatcher les basta: una planta robusta criada en los mejores invernaderos de Montsanto y cia. En la izquierda necesitamos que nazcan muchos Ashtons, y tenemos que cuidarlos, son flores delicadas que tienen que vivir a la intemperie.

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