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Orgullo mutante: los x-men y la revolución sexual

Publicado el 28 junio 2016 por Jaimebarber @EverettMagazine

Las reivindicaciones del colectivo LGTB y la emancipación de la mujer  han sido una constante fuente de inspiración para los guionistas de la Patrulla-X.

The Uncanny X-Men hizo su primera aparición en los quioscos en septiembre de 1963. La colección presentaba a un grupo de jóvenes con extrañas habilidades innatas -los mutantes- que luchaban por una coexistencia pacífica con los humanos, en un claro paralelismo con las luchas por los derechos civiles de los afroamericanos. El líder del grupo, el profesor Charles Xavier, representaba el discurso moderado e integrador de Martin Luther King, mientras que su rival Magneto estaba inspirado en las posturas radicales de Malcom X. Inicialmente, las reivindicaciones sociales de la colección fueron muy superficiales. A fin de cuentas, los protagonistas eran un grupo de chicos blancos que parecían salidos de una universidad de la Ivy League. Sin embargo, con el paso del tiempo la diversidad del grupo aumentaría y las implicaciones políticas y sociales de la colección aumentarían. A partir del legendario número especial Giant-Size X-Men #1 de 1975 aumentaría la implicación en materia de diversidad étnica, religiosa y sexual. Muchas de las aventuras de este grupo de superhéroes pueden interpretarse desde la perspectiva de una nueva concepción de la sexualidad.

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La revolución se(X)ual

Durante la segunda mitad del siglo XX, la sociedad occidental experimentó profundos cambios en la manera de entender la sexualidad. Tras la II Guerra Mundial el puritanismo parecía imponerse en Europa y Estados unidos, pero a partir de los años 50 ese puritanismo tuvo que enfrentarse tanto a los nuevos enfoques académicos como a las reivindicaciones de los movimientos contraculturales. Los estudios de Alfred C. Kinsey, por una parte, y de William Masters y Virginia Johnson, por otra, redefinieron los roles sexuales del hombre y de la mujer, ella históricamente relegada -como en todos los aspectos de su existencia- a una posición sumisa. En paralelo, cada vez más activistas e intelectuales desafiaban al heteropatriarcado reivindicando el amor libre y la aceptación de otras sexualidades, una postura que fue asimilada por el movimiento hippie de los 60. La ciudad de Nueva York y, en concreto, el barrio de Greenwich Village fue el centro de esta revolución sexual como también lo fue del antimilitarismo y de las reivindicaciones afroamericanas. En 1969 tuvieron lugar en este barrio los llamados Disturbios de Stonewall, una serie de manifestaciones violentas en respuesta a una dura redada policial en el pub Stonewall Inn -frecuentado por homosexuales, travestis y transexuales- durante la madrugada del 28 de junio. La fecha quedó desde entonces asociada al Orgullo Gay y estos disturbios son reconocidos como el origen del movimiento pro-derechos LGBT en Estados Unidos y en todo el mundo.

Es evidente que la revolución sexual era un tema demasiado peliagudo para tratarlo en un cómic para adolescentes durante los años 60, pero a partir del citado Giant-Size X-Men #1 del 75 fue una continua inspiración para la colección que todavía se aprecia hoy día. En aquellos años 70, el guionista Chris Claremont -al frente de la colección entre 1976 y 1991- puso en el centro de la historia a un grupo de personajes femeninos empoderados y carismáticos. La emancipación de la mujer quedó reflejada en La Saga Fénix, en la que Jean Grey -miembro fundador del grupo- abandonaba su papel secundario al obtener un enorme poder cósmico. Desde ese momento cambió su rol en el equipo.

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En contraste, su eterno novio y líder de la Patrulla-X, Cíclope, parecía representar la decadencia del macho alfa: primero, una liberada Jean Grey comenzó sentirse atraída por Lobezno, un nuevo y agresivo hombre-X que apelaba a sus instintos más bajos; más tarde, Cíclope se enfrentaría en combate contra su compañera Tormenta por el liderazgo del grupo, combate que terminaría perdiendo. El personaje de Tormenta rompía con los esquemas tradicionales del cómic: no era la “chica” de nadie sino una mujer indómita como los elementos que controlaba. Incluso su espectacular físico era un rasgo más de su carácter: cuando en sus primeras apariciones se la mostraba desnuda, representaba una fuerza de la naturaleza desatada, no una chica de calendario; y cuando su look evolucionó a un aspecto punk no era una concesión a la moda sino una forma justificada de representar la maduración del personaje.

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Frente a la “divinidad” de Tormenta y Jean Grey, Claremont introdujo a un nuevo personaje femenino mucho más mundano: Kitty Pryde. La nueva estudiante de la Escuela Xavier para Jóvenes Talentos era una adolescente judía más ingenua que sus compañeras. Si las otras representaban un nuevo modelo de mujer, lo que Kitty personificaba era aún más radical: ella fue el primer personaje femenino pensado para representar a los lectores. En la Edad de Oro del cómic, el side-kick adolescente era un recurso habitual para introducir al lector en las aventuras de Bat-man (mediante Robin) o del Capitán América (a través de Bucky). Sin embargo, ahora este rol recaía en una mujer, con el riesgo de provocar indiferencia o rechazo entre los lectores, mayoritariamente hombres. Ya fuese por la mentalidad más abierta de las nuevas generaciones o por el talento del equipo creativo, lo cierto es que la nueva recluta se convirtió muy pronto en uno de los personajes favoritos de los aficionados.

Una vez replanteado el rol de la mujer en la colección, The Uncanny X-Men comenzó a abrirse a otra concepción de la sexualidad. La lista de mutantes LGTB es amplia. Encabezándola estaría Mística, personaje interpretado en el cine por Jennifer Lawrence y que en los cómics trasciende cualquier categorización sexual por su condición de multiforme. Quien sí era considerado gay por sus autores desde el principio fue Estrella del Norte, un miembro del equipo Alpha Flight cuya sexualidad sería insinuada pero no confirmada hasta 1992. En compensación por las casi dos décadas en el armario, en 2012 Marvel le concedió el honor de ser el protagonista del primer matrimonio gay en el cómic americano.

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Si aquí la editorial se marcó un tanto respaldando los derechos de los homosexuales, no siempre lo ha hecho con tanta delicadeza: el 2015 uno de los X-Men originales, el Hombre de Hielo, salía del armario por sorpresa en lo que se percibió como una maniobra editorial para obtener repercusión en los medios. Muchos otros personajes antes que él -Shatterstar, Rictor, Karma- se habían definido como homosexuales sin tanto ruido y con más sentido. En cualquier caso, las cuestiones de identidad han sido una constante en la colección, aunque no siempre desde el enfoque puramente sexual. Sin duda el personaje más “trans” de la Patrulla-X es Mariposa Mental, una aristócrata inglesa que encuentra su verdadera identidad cuando es transformada en una asesina asiática ninja. Sí, eran tiempos muy locos.

Mutaciones, enfermedades y fanatismo religioso

Los orígenes de muchas mujeres y hombres X están ligados a la vergüenza o al miedo al rechazo cuando su condición se manifiesta por primera vez durante la pubertad, ya que gran parte de la opinión pública entiende la mutación como una enfermedad.  El paralelismo con la comunidad gay parece una vez más evidente. No hace tanto que el internamiento en manicomios y la terapia de electroshock eran “remedios” habituales contra la “enfermedad” del homosexual, y aún hoy en muchos países civilizados se prohíbe al colectivo LGTB la donación de sangre porque, ya se sabe, todos los homosexuales tienen enfermedades. Esta prohibición tiene su origen a principios de los 80, en plena crisis del sida, y sigue vigente en países como Estados Unidos, Alemania, Bélgica, Dinamarca, Israel o Suiza. Por supuesto, esta exclusión implica una previa violación de la intimidad y un censo de la población gay. Volviendo a las páginas de la Patrulla-X, el Acta de Registro de Mutantes fue una medida política con objetivos muy parecidos a los mencionados.

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La crisis del sida, por cierto, inspiró una nueva amenaza contra la comunidad mutante: el Virus del Legado, una enfermedad diseñada para infectar y matar exclusivamente a los de su especie. El VIH y los estragos que causó en la comunidad gay durante sus primeros años eran la referencia obvia de una larga y farragosa trama que incluía además clones malvados llegados del futuro porque, bueno, porque eran los 90. Una Marvel en horas bajas demostró poca destreza a la hora de desarrollar un argumento tan espinoso aunque, solo unos pocos años antes, sí logró abordar con mucho más tino otro asunto delicado: el fanatismo religioso y su persecución de las minorías.

Dios ama, el hombre mata es una de las más celebradas y crudas  historias de los X-Men. En ella, un líder religioso, el reverendo William Stryker, prende la llama del odio hacia los mutantes amparándose en la palabra de Dios, como esos que aún hoy cargan desde el púlpito contra el feminismo y el “imperio gay”. El cómic -firmado nuevamente por Chris Claremont- arranca con el cruel asesinato de unos niños mutantes y está plagado de discursos xenófobos. El odio al que se enfrentaban los mutantes parece aquí más real que nunca. Era 1983 y una nueva ola de puritanismo inundaba los Estados Unidos. El presidente Reagan luchaba por recuperar los valores americanos tradicionales -tanto en lo político como en lo moral- y desterrar definitivamente el idealismo de los 60 y el hedonismo de los 70. En ese tiempo alcanzaron gran popularidad los telepredicadores, charlatanes abrazados a una biblia que infundían el temor a Dios y atacaban a cualquier estilo de vida que se saliese de lo que consideraban normal. Marvel Comics, siempre inclinada ligeramente a la izquierda, se posicionó frente a esta ola de conservadurismo con una obra que no concluye con la clásica pelea de “¡zas, boom, crash!”, sino con un debate en el que los héroes lanzan un alegato en defensa de la igualdad de los seres humanos sin importar su sexo, credo o color de piel.

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Treinta años después, en Estados Unidos el matrimonio gay se hizo realidad durante la segunda legislatura de un presidente afroamericano. Aparentemente, nuestra realidad es muy diferente a la que que inspiró Dios ama, el hombre mata, pero por desgracia es solo una apariencia. El pasado 12 de junio un terrorista islámico acribilló a cincuenta personas en una discoteca gay de Orlando, asesinadas por vivir libremente su sexualidad. El fanatismo religioso marcó el objetivo y apretó el gatillo, y el fusil estaba muy a mano gracias al Partido Republicano, que sigue bloqueando en el congreso una nueva legislación para el control de armas en Estados Unidos. La combinación de los extremismos de oriente y occidente daba como resultado una matanza, una vez más. Éste es el mundo en el que vivimos, un mundo en el que los discursos extremistas de Donald Trump o Marine Le Pen alimentan el odio en América y Europa mientras el Estado Islámico nos declara a todos pecadores y nos ajusticia en el nombre de Alá. Sirva este 28 de junio para recordarnos que, en un mundo dominado por fanáticos, todos somos parte de alguna minoría perseguida y sin una Patrulla-X que luche por nosotros.


Tagged: Actualidad, Cómic, Reflexión
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