Se les ve muy bien. La boda dicen que les ha cambiado poco. Apenas la posibilidad de pagar menos a hacienda por la declaración de la renta conjunta, y poco más. Siguen felices, serenos, y con su vida habitual. Debemos a Lucas los primeros "pinitos" al violín de Pablo, y muchas y buenas charlas de café cuando éramos vecinos en Linares. Y a Miguel el impulso a nuestra próxima escapada en "parejita": Polonia. De aquella etapa de Linares, Lucas no guarda muy buen recuerdo. Suele pasar cuando no te sientes respetado en tu identidad. Ahora las cosas han cambiado y viven en un precioso apartamento con vistas a la Alhambra, llenos de inquietudes artísticas, culturales y sociales.
Nos enseñaron las fotos de la boda a la que, por desgracia, no pudimos ir. Y se les veía pletóricos. Cuidaron todos los detalles, pero a la vez daba la sensación de ser una celebración sencilla y natural, como ellos. Nos encantó lo orgullosos que iban sus familias del paso que daban. El padre de Lucas incluso con una pajarita arco-iris. No pudimos evitar pensar en tantas parejas que, como ellos, habrían dado ese paso sin ese apoyo tan importante.
Lucas nos reconoció que aunque salió del armario hace veinte años, en realidad hoy día sigue saliendo del armario en bastantes cosas. La última, hace unas semanas cuando se atrevió a darle un beso a su marido, al acabar una actuación musical, a la vista de todos. No pasó nada. Tan sólo derribó un muro más. Y esta vez fue en su propia mente. Ese dichoso miedo al "qué dirán". Esos dichosos prejuicios que incluso habitan en quienes osan transgredirlos.
Miguel y Lucas son muy buena gente. Da gusto estar con ellos. Transmiten esa energía de quienes se quieren y se dan a los demás. Por eso se entiende menos que en pleno siglo XXI aún tengan que luchar para que se les acepte como son. Y que otros se metan por medio a decirles lo que pueden o no pueden hacer., o se cuelguen una etiqueta para apropiarse de su lucha. ¿Por qué nos gusta tanto meternos en la vida de los demás? ¿Qué mas nos da lo que cada uno haga de puertas adentro o en su cama, si hay amor, respeto y crecimiento personal? ¿Quiénes somos nosotros para opinar sobre cómo gestionen su felicidad y su vida otros? Es curioso que a estas alturas todavía haya que hacerse estas preguntas, y ver algo anómalo en lo que debería ser cotidiano, signo de que aún queda un buen trecho para ese "mundo diferente para vivir".