Cuando le propusieron a Franco Zeffirelli rodar una teleserie sobre la vida de Jesús, la idea no le gustó en absoluto. De hecho, se resistió cuanto pudo a las sugerencias que le fueron llegando de un lado y de otro. Para él, la historia de esta película había comenzado en el otoño de 1973, cuando aún se comentaba la buena impresión que había causado su filme sobre S. Francisco de Asís: Hermano Sol, hermana Luna (1970).
Estaba preparando una puesta en escena de Mucho ruido y pocas nueces, de Shakespeare, cuando su agente le comunicó que se barajaba su nombre para un ambicioso proyecto televisivo: rodar una serie sobre la vida de Jesús. Zeffirelli se mostró inaccesible en aquel primer tanteo: “No le dejé continuar —recordaba tiempo después— y le aconsejé que no perdiera el tiempo confiando en que yo aceptase. Que busquen a otro enseguida”.
El proyecto había nacido unos meses antes en la mente de dos ejecutivos de la RAI, antaño periodistas y directores del Telegiornale. En la primavera de 1973, Pier Emilio Gennarini y Fabiano Fabiani habían concebido la idea de un serial para la televisión pública italiana que pudiera estrenarse antes como película: así, la misma producción podría tener un doble recorrido comercial para rentabilizar la inversión, que se preveía elevada. Como el proyecto requería aunar muchos esfuerzos, se pusieron en contacto con Lew Grade, uno de los propietarios de la Incorporated Television Company (ITC), para coproducir la serie entre las dos televisiones.
No hizo falta mucho tiempo para que llegaran a un acuerdo, porque Grade había producido las principales teleseries y programas culturales de la BBC, y esta serie le atrajo desde el principio. A la vez que estudiaban el modo de conseguir la financiación (Grade logró muy pronto una preventa de la serie a las televisiones americanas), ambas partes pensaron en el posible director de la cinta, y uno de los primeros nombres que se propusieron fue el de Zeffirelli. Curiosamente, los italianos promovieron otra candidatura: la de Ingmar Bergman, conocido también por su temática religiosa, pero ingleses y americanos apostaron fuerte por el florentino. Las espadas se mantenían todavía en alto cuando se produjo el primer tanteo a través del agente.
Tras colgar el teléfono sin muchas contemplaciones, Zeffirelli se metió de lleno en otro proyecto que acariciaba desde hacía tiempo: la adaptación cinematográfica de La divina comedia, de Dante, que tituló provisionalmente Infierno. Pasaron las semanas, y el proyecto se hundió. Mientras pensaba en otra posible producción —y, a la vez, trabajaba en Londres con Lawrence Olivier en Sábado, domingo y lunes, de De Filippo—, su agente volvió a la carga con la idea de promocionarle para dirigir el serial sobre Jesús: “¿Estás seguro —le decía— de que no te interesa? Piénsalo bien, porque encabezas la lista de los elegidos por la productora”. Zeffirelli, en el fondo, lo deseaba, y además ya no tenía un proyecto en el horizonte, pero al mismo tiempo le retraía la envergadura de la película.