Origen vírico-simbiogenético del ovocito humano

Por Paleofreak
El papel evolutivo de los mecanismos no darwinianos como la endosimbiosis o la transferencia lateral ha sido objeto de agrios debates durante las últimas décadas en el seno de la comunidad científica. Hace unos días comentábamos, quizá con excesivo escepticismo, el descubrimiento de cientos de transferencias microbianas hacia el genoma humano.
Ahora, la prestigiosa revista Cell* nos sorprende con otro hallazgo en apariencia revolucionario y yo, un furibundo crítico de Lynn Margulis, voy a rendirme ante él: los ovocitos de diversos mamíferos, incluido el hombre, es decir, la mujer, no proceden de la línea germinal de nuestros antepasados lejanos sino de un evento discreto de simbiogénesis mediado por virus.

Como todo el mundo sabe, el ovocito u oocito es un precursor inmaduro del óvulo, y se produce en el ovario del embrión femenino. Es decir, una niña nace ya con todos sus ovocitos, como ya sostenía con acierto la teoría de la Preformación. Los investigadores del Instituto de Biología Molecular de Ackermannweg, Alemania, han detectado en ovocitos embrionarios de humano, macaco y oveja la expresión dinámica y anómala de los genes PIWIL1, PIWIL2 y PIWIL3. Estos genes son activados por copias del virus TMV que se encuentran dispersas por los cromosomas y que también colaboran coordinadamente en la organización del cerebro, el corazón, los testículos y el hepatopáncreas.
Los investigadores creen que el virus TMV infectó los genomas mamíferos varias veces, la última de ellas hace unos 200.000 años (coincidiendo con el nacimiento de nuestra especie), pero que la infección se produjo desde el interior de un virus aún mayor, un "virus nodriza" de la familia de los megalomaiavirus que puede alcanzar tamaños gigantescos a escala metroscópica. Para que nos entendamos: una colonia de 16 megalomaiavirus tiene un tamaño muy similar al de un embrión humano en telofase o "pluteus". El racimo globular megalomaiavírico, repleto a su vez de partículas de ARN del virus TMV capaz de insertarse en cualquier genoma animal y dirigir su desarrollo, debió de infectar varias veces y en momentos de grandes crisis evolutivas a individuos clave de nuestro linaje.
Las investigadoras Elke F. Roosters y Lucette van der Kleinsaurier han cotejado mediante la novedosa técnica de Western Blot el genoma del ovocito de diferentes especies de mamíferos. Al tratarse de células haploides, su código genético es totalmente distinto del resto del cromosoma. Lo que no esperaban, al realizar el análisis bioinformático, era encontrarse con una extraordinaria similitud estadística entre el genoma ovocítico y el del alga Ulva lactuca, llamada así por su apariencia de vulva.
Hay muchas formas retorcidas de explicar estos hallazgos, pero la más simple, que es la que los científicos prefieren por economía o parsimonia, sugiere que la práctica totalidad de los cromosomas de los ovocitos humanos (y también los de las macacas y las ovejas) proceden íntegramente de esta alga Ulva lactuca, y que fueron probablemente transferidos en varias ocasiones por distintas infecciones puntuadas de virus nodriza gigantes cargados con secuencias de ARN regulador TMV, también de origen vegetal. Estos eventos podrían haber influido además en la forma de los genitales femeninos y, más importante, haber desencadenado el proceso de hominización y humanización de nuestra especie, a traves de mecanismos dirigidos no darwinianos pero, aun así, perfectamente transversales, intercoherentes y lógicos. Comienza el Cambio en la Biología.


*Elke F. Roosters et al., 2015. Piwi Proteins and piRNAs in Mammalian Oocytes and Early Embryos. Cell. Volume 10, Issue 12, p2069–2082, 31 March 2015