No soy muy adicto al mock draft. Comentar las características de un prospecto en función de unos highlights me parece una barbaridad. A base de muchas tomas y editando con buena mano, tú, el vecino o incluso yo mismo podemos pasar por los hermanos gemelos de Aaron Rodgers, Arian Foster o Patrick Willis. Además, siempre he pensado que la utilidad principal del mock draft es llenar páginas y más páginas de cualquier medio dedicado a la NFL durante las semanas previas al draft. Analistas y aficionados inundan estos días sus espacios con todo tipo de exámenes y especulaciones sobre cual será su destino en el draft. Este año haré una excepción y me uniré a la fiesta!.
Pero hay que reconocer que los mock drafts tienen una utilidad práctica inmediata: nos presentan algunos de los que, con total certeza, serán grandes jugadores en los próximos años. Porque no tengáis ninguna duda, entre los más de doscientos cincuenta jugadores que serán drafteados el próximo 26 de abril, se esconden algunas de las mejores estrellas de la próxima década. Y mientras nos familiarizamos con nombres y posiciones, algunos se atreven a cometer el pecado de la comparación. Si como dice el dicho, cualquier comparación es odiosa, tomar como modelo a los grandes dinosaurios de la liga roza la querella criminal. Pero nuevamente debemos valorar esta práctica en su justa medida. Nadie nos está diciendo que Andrew Luck vaya a ser el nuevo Peyton Manning (o Aaron Rodgers, según qué fuente toméis); tan sólo que su estilo de juego le sitúa en la misma línea. Algunos otros tanteos que podemos leer estos días: Chris Polk, RB / Ahmad Bradshaw, Kelechi Osemele, OL / Michael Oher, Robert Griffin III, QB / Alex Smith, Ryan Tannehill, QB / Jay Cutler, Lamar Miller, RB / LaDainian Tomlinson, Michael Floyd, WR / Larry Fitzgerald, Justin Blackmon, WR / Anquan Boldin, David DeCastro, OG / Steve Hutchinson, Vontaze Burfict, LB / David Harris, Alshon Jeffery, WR / Brandon Marshall y el más repetido del año, Trent Richarson, RB / Adrian Peterson.
Hace unos días leí un artículo en NFL que cambió la forma en la que observo los mock drafts. No estaba escrito por uno cualquiera. En este caso, empuñaba la pluma Charley Casserly, un tipo con dieciséis años de experiencia como general manager, con mando en plazas de tanto prestigio como las de los Washington Redskins y Houston Texans. Tampoco estaba redactado siguiendo aquella vieja trampa de "sé de buena tinta, por boca de un amigo que me ha dicho que tiene un amigo con buenos contactos en la NFL". En ese texto, Charley comentaba la importancia que algunas franquicias concedían, en los días previos al Draft, a los mock drafts y el uso que daban a esos pronósticos. No es moco de pavo. Ese Casserly formó parte del exclusivo grupo de personas que, con voz y voto, intervienen en este tipo de decisiones.
En el artículo anterior comentaba la dificultad de hallar esa pepita de oro que nos convierta en millonarios. Muchas veces no se encuentra en el primer filtrado. La mayoría de ocasiones, esos pedruscos del preciado metal pasarán ante nuestros ojos recubiertos de tal capa de suciedad que será difícil, por no decir imposible, ver su brillo natural. Para muestra, algún botón: Steve Smith, RB #74 (CAR), T.J. Houshmandzadeh, WR #204 (CIN), Owen Daniels, TE #98 (HOU), Maurice Jones-Drew, RB #60 (JAC), Jared Allen, DE #126 (KC), Marques Colston, WR #252 (NO), Terrelle Owens, WR #89 (SF), Dwight Clark, WR #249 (SF).
Así que, con tantos ejemplos, uno solo puede concluir que el autor de un mock draft serio y razonado no es más que uno de esos buscadores, calzado con sus botas de agua, provisto de su criba y con la espalda encorvada, dispuesto a atrapar todas las pepitas que sea capaz de atinar. Echo de menos una valoración real del porcentaje de aciertos que estas herramientas nos aportan. Así que, para esta edición, elegiré media docena de mock drafts, incluyendo el de Touchdown Or Nothing y otro personal de próxima publicación y, cuando termine el draft, sacaremos nuestras conclusiones.
A mi juicio, lo más fascinante de un draft es entender los mecanismos por los cuales, jugadores que jamás deberían oír su nombre antes de la segunda, tercera o cuarta ronda, son elegidos en los primeros compases. ¿Por qué sucede esto?. Existe un único y fundamental motivo: la mala planificación deportiva de una o varias franquicias. Cualquier equipo bien administrado, debe concentrarse en el futuro con un ojo en el presente. Cuando esto no sucede, las prisas atenazan y la única opción de contar con un quarterback titular es el draft. Es la forma más rápida de convertir cada pick en una ruleta rusa.
En los últimos años, el modelo perfecto de una transición planificada, ordenada y exitosa hay que buscarlo en los Green Bay Packers. Con Brett Favre como titular indiscutible, el staff técnico estimó que a sus treinta y seis años, el quarterback de Gulfport estaba ya en los últimos compases de su carrera. Así que en el draft del 2005 y con el pick número veinticuatro, seleccionaron a Aaron Rodgers a quien, tres años más tarde y tras lo que se entiende como un proceso de formación impecable, otorgaron el mando del equipo.
Ese año 2005, los quarterbacks que dieron el salto al profesionalismo, además del de Chico (California), fueron Alex Smith #1 (SF), Jason Campbell #25 (WAS), Charlie Frye #67 (CLE), Andrew Walter #69 (OAK), David Greene #85 (SEA), Kyle Orton #106 (CHI), Stefan LeFors #121 (CAR), Dan Orlovsky #145 (DET), Adrian McPherson #152 (NO), Derek Anderson #213 (BAL), James Kilian #229 (KC), Matt Cassel #230 (NE), Ryan Fitzpatrick #250 (STL) y Jason White #Undrafted (TEN). Difícilmente sabremos si Rodgers era la primera selección de los Packers o hubieran querido elegir a Smith. En cualquier caso, eligieron y lo hicieron bien. Si en esa edición no hubieran detectado a ningún prospecto con la suficiente calidad, no estando presionados por una necesidad de reemplazo inminente, no hubieran tenido ningún problema en esperar a la siguiente edición donde aguardaban gente como Vince Young, Matt Leinart o Jay Cutler. Es la ventaja de no trabajar contra reloj.
Otros casos servirían para ejemplificar cómo la falta de planificación, unida a la urgencia de un quarterback, arrastra hasta posiciones que en buena lógica deberían de estar vetada a futuros profesionales. Aunque ni siquiera estamos hablando de una primera ronda, los Carolina Panthers del 2010 utilizaron su primer pick, el cuadragésimo octavo, para seleccionar a Jimmy Clausen y así cubrir la titularidad de su ataque. El resultado fue tan decepcionante que los Panthers de la siguiente edición tuvieron que acudir nuevamente al Gran Casino del Draft y utilizar, esta vez sí, el Pick #1 para obtener un nuevo quarterback. En este caso, Cam Newton.
Sin duda, el ejemplo que amenaza en convertirse en prototípico de cómo cuando no se hacen los deberes, la necesidad se convierte en el peor enemigo de un equipo, podemos tenerlo este año en Indianapolis. Solo el futuro nos dirá si Andrew Luck será ese jugador determinante que los Colts esperan. Lo trascendente aquí es valorar cómo la realidad demostro durante el último año que en Indianapolis jamás se molestaron en trabajar en un Plan B (al estilo de Green Bay), pensando en una hipotética retirada de Peyton Manning (36 años, curiosamente la misma edad que tenía Favre cuando los de Wisconsin buscaron un substituto). Ni Dan Orlovsky, ni Curtis Painter parecieron quarterbacks preparados para jugar a este nivel. En Indianapolis pagaron caro su error. Y ahora, en una situación parecida a los Panthers, deberán buscar su salvador, nuevamente, en el Gran Casino del Draft.