Ortega tenía razón

Por Revistaletralibre


No negaré mis reticencias para hacer este artículo de opinión. Agotado del monotema catalán, me he repensado mil veces hablar sobre él (¿no es, acaso, un monstruo que se alimenta con nuestra atención?).

Que estamos viviendo el momento más importante de nuestra democracia desde su nacimiento es algo obvio. Ni el 23F, a mi parecer, tuvo importancia: fue un golpe que se desactivó con una comparecencia, la del Rey Juan Carlos. El separatismo como tal no se puede desactivar, no al menos a corto plazo. Es en estos momentos cuando vuelvo a releer a Ortega y Gasset, gran filósofo y político español:

Yo sostengo que el problema catalán, como todos los parejos a él, que han existido y existen en otras naciones, es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar, y al decir esto, conste que significo con ello, no sólo que los demás españoles tenemos que conllevarnos con los catalanes, sino que los catalanes también tienen que conllevarse con los demás españoles [...] Digo, pues, que el problema catalán es un problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar; que es un problema perpetuo, que ha sido siempre, antes de que existiese la unidad peninsular y seguirá siendo mientras España subsista; que es un problema perpetuo, y que a fuer de tal, repito, sólo se puede conllevar.

¿Es el problema catalán algo sin solución? Siento decirle, querido lector, que comparto dicha visión. Sin embargo, esto no desalientan mis ideales, basados en el iberismo, el europeísmo y la unidad de nuestro país, que no puede ser un concepto etéreo invocado en frases vacías. Debemos ser conscientes de cómo funciona el nacionalismo, tan caníbal y retrógrado, para poder combatirlo. El nacionalismo juega en otra liga diferente a la ley o el raciocinio político, el nacionalismo juega con los sentimientos y sólo enfrentándonos en su mismo terreno de juego podremos desactivarlo. Para poder entender dicha ideología y encontrar soluciones, es necesario volver a Ortega:

El nacionalismo requiere un alto tratamiento histórico; los nacionalismos sólo pueden deprimirse cuando se envuelvan en un gran movimiento ascensional de todo un país, cuando se crea un gran Estado, en el que van bien las cosas, en el que ilusiona embarcarse, porque la fortuna sopla en sus velas. Un Estado en decadencia fomenta los nacionalismos: un Estado en buena ventura los desnutre y los reabsorbe [...] Lo importante es movilizar a todos los pueblos españoles en una gran empresa común.

Da miedo de lo premonitorio que son estas palabras, escritas hace casi 100 años. Ortega da, en mi opinión, en la clave de bóveda que los políticos nacionales han olvidado: debemos articular un relato de la gran empresa común que es España, hacerla atractiva de nuevo. Es aquí donde necesito pararme: ¿es la unidad de España buena per se? si escuchamos y leemos las declaraciones de muchos políticos y ciudadanos, se invoca a la unidad como un concepto bueno por sí mismo, sin dar argumentos que lo sustenten. Ese es el pecado original del bloque constitucionalista en su totalidad a la hora de abordar la crisis catalana.

No nos engañemos, aunque los miembros del gobierno autonómico catalán y altos cargos institucionales son golpistas que deben acabar en la cárcel (si es que hay justicia en España), el llamado "procés" lleva durando 5 años sin expectativas de acabar porque tiene un apoyo social importante en Cataluña. Sin querer entrar en cifras, aunque sean minoría, hay, por lo menos, dos millones de independentistas en Cataluña; ellos son nuestro verdadero problema. Meter en un proceso judicial a la cúpula del gobierno catalán es "fácil", pero serán sustituidos por otros que seguirán con la hoja de ruta marcada hace años (como pudimos ver con Artur Mas). Para acabar con el actual problema catalán debemos desmontar el discurso nacionalista. Esa es nuestra quimera: la falta de discurso que desarticule el nacionalismo separatista y articule la gran empresa común que predica Gasset.

Estamos perdiendo la batalla dialéctica y emocional con el separatismo por culpa de un gobierno de funcionarios con mentes modelizadas, incapaces de ver un problema más allá del temario de sus oposiciones: "el referéndum no es legal, ergo no será". Positivismo nocivo que impide ver más allá de la ley cuestiones que son lejanas a ella. El problema es que fue; y nos ha salido tan mal que ha internacionalizado el proceso separatista, dando un altavoz y repercusión que la que carecía antes.

Si miramos a los otros dos partidos constitucionalistas, seguimos sin encontrar retórica del proyecto común. Por un lado tenemos al PSOE, que busca apuntarse el tanto de la reforma constitucional sin decir qué quiere reformar (más allá de la palabra "federalismo" que la usan en las intervenciones como comodín sin llenarla de contenido jurídico o económico) y apelando a un diálogo imposible con el que nada quiere negociar. Ciudadanos, como pudimos ver en el excelente discurso de Arrimadas en el Parlamento catalán, busca ser la voz de esos catalanes que sí creen en el proyecto común con un discurso que apela al unionismo sin llenarlo de contenido. Arrimadas afeaba a los nacionalistas ser nacionalistas, sin entender que para ellos dicho adjetivo carece del sentido peyorativo que le damos los progresistas y europeístas.

Esa debe ser, por tanto, nuestra principal tarea: llenar de contenido, de significado, la unidad de España. Debemos entender que sólo podremos acabar con este problema si atraemos a nuestro proyecto de país a los catalanes independistas.

¿Cómo? eso lo dejamos para la próxima ocasión.