Tiempos revueltos nos ha tocado vivir. El ministro Luis de Guindos calma las arenas movedizas de la sociedad española afirmando que nuestros depósitos bancarios “son sagrados”, es decir, son una certeza “inmodificable” según la Real Academia Española. No obstante, bien sabemos nosotros que pocos espacios y pocas seguridades quedan ya como sagradas entre nosotros: el sociólogo Zygmunt Bauman tenía razón al afirmar que la solidez se ha desvanecido de nuestras sociedades. Y si no, que le pregunten a los chipriotas que están viviendo unos duros momentos de incertidumbre en que la solidez de su sistema bancario y la seguridad de sus ahorros se va paulatinamente poniendo en duda. Eso sí, las responsabilidades de quienes toman estas medidas —igual que tantas otras que estamos acostumbrados a ver— viran de ministro a ministro, de organismo a organismo. El mismo rumbo perdido lleva la Unión Europa, institución que personificó los ideales de tantas generaciones y que hoy parece un débil enfermo destinado a entorpecer más que a ayudar. El problema de todo ello es que una salida de este organismo o su desaparición es algo inviable: no parece haber grandes alternativas.
No, no hay grandes alternativas a lo que vivimos. O, al menos, nadie parece ofrecernos tales caminos que transitar. Las medidas son unas y trinas, inmaculadas, sagradas —como los depósitos de los españoles—, unívocas e inmodificables: la verdad es indiscutible y no admite valoraciones. Este panorama empieza a cansar, del mismo modo que cansan las vanas promesas de las sendas positivas que se vislumbran no se sabe dónde.
“Os exprimiremos hasta la saciedad, y luego os llenaremos con nuestra propia esencia”.